Estaba esperando que se calmaran un poco los ánimos para opinar sobre el regreso de Víctor Mesa a la dirección del equipo Cuba de béisbol. Sí, porque como nunca antes hay más debate en los últimos años sobre quién toma las riendas de la selección nacional, que la integración del conjunto.
Eso lo da
la presencia del polémico manager villaclareño, capaz de lo mejor y de lo peor,
sobre todo fuera del terreno de juego, y por eso divide las opiniones como
pocas veces ha sucedido con respecto al director del equipo Cuba.
Hace unos
meses escribí sobre el fin de una era, porque eso parecía cuando aparentemente
se echó por tierra la designación del actual técnico matancero por cuatro años
al frente del Cuba, para mandar al Roger Machado a los Panamericanos de
Toronto-2015. Sin embargo, ahora se vuelve a dar marcha atrás.
No voy a
entrar en méritos y deméritos de cada uno, porque los aficionados los conocen
al dedillo, tanto los ocurridos dentro del diamante como fuera, pero sí
quisiera hacer notar el hecho de que nos hemos quedado casi sin opciones.
Salvo
ellos dos, en estos momentos no hay otro candidato al puesto a no ser Carlos
Martí, con amplia experiencia en estas funciones, e incluso al frente de
selecciones nacionales de categorías inferiores, pero todavía pendiente de un
gran resultado a nivel doméstico con Granma.
El resto
lleva poco tiempo en estas funciones, y sería demasiado arriesgado otorgarles
esa gran responsabilidad. Entonces, ¿cómo quedamos? Pues muy mal parados,
porque si ninguna de las dos opciones viables convence a la mayoría nos
encomendamos a esperar lo que suceda en cada torneo, y eso muchas veces es engañoso.
Pongo
como ejemplo precisamente a los dos candidatos manejados. El quinto puesto del
Clásico Mundial no es halagüeño, pero se debió a un octavo inning fatídico, y
el tercero de Toronto, por el estilo. En ambos casos se pudiera alegar que hay
responsabilidad de los mentores, pero al final son situaciones puntuales, que
de terminar de manera favorable para Cuba, pocos hubiesen cuestionado.
Lo que sí
es cuestionable es el comportamiento de ambos en determinados momentos, sobre
todo a nivel doméstico, porque dirigir el Cuba no es solamente salir a buscar
títulos (u otras posiciones, que es para lo que hemos quedado últimamente),
sino también dar una buena imagen, ser ejemplo como educador, y un caballero
dentro y fuera de los diamantes. Hay que estar en ese pellejo para sentir la
presión sobre los hombros, pero también hay que saber sobrellevarla de manera
digna. Mientras esperamos que alguien más se suba al tren de candidatos espero
que ambos hayan aprendido la lección, porque nadie es intocable ni infalible.
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