Hace rato ya que los torneos de la región Norceca no son un paseo para el voleibol cubano, que los dominó de punta a punta por décadas. El notable descenso de nuestros equipos de ambos sexos se ha combinado con la superación de los demás rivales del área y ya no solo se pierde, sino que las derrotas son bastante amplias.
El torneo
regional concluido el pasado fin de semana en la ciudad mexicana de Morelia no
fue la excepción, y Cuba no fue capaz ni siquiera de ubicarse entre los cuatro
primeros lugares, para con eso asegurar su presencia en el Final Four, donde
podría seguir aspirando a competir en los Juegos Olímpicos de Río de
Janeiro-2016.
En la
principal urbe de Michoacán la escuadra caribeña volvió a ser superada por
Estados Unidos y Canadá en la fase de grupos, y luego por Puerto Rico en el
cruce de cuartos de final. Si bien el resbalón ante las estadounidenses era
totalmente comprensible, el 2-3 encajado ante las canadienses el primer día,
luego de haber ganado segundo y tercer sets, dejó en claro que no había mucho
espacio a las ilusiones.
Igualmente
todo fue bastante claro también en el pleito ante las boricuas, a quienes les
ganaron un parcial 27-25, pero perdieron en los tres restantes de manera
abrumadora, muestra evidente de quién estuvo mejor y mereció más la victoria.
Si bien
Estados Unidos y República Dominicana, a la postre campeón, están varios escalones
por encima del resto de las concursantes, Cuba supuestamente debía batirse de
tú por tú con el resto, y era comprensible aspirar a llegar al Final Four de
Norceca.
No
obstante, sin la mejor jugadora disponible todo se ponía cuesta arriba. Melissa
Vargas no pudo terminar por una lesión el Mundial sub-20 unas semanas atrás, ni
se recuperó a tiempo para esta lid, donde su presencia pudo haber pesado más,
quizás hasta empujar a Cuba hasta el objetivo marcado de antemano. Muchos
llevamos tiempo advirtiendo del sobreuso de esta muchachita todavía
adolescente, y ahora se pagan las consecuencias, nefastas también desde el
orden puramente individual, porque se aprestaba a jugar con el club Prostejovský, de República Checa. Sé que los
técnicos de los planteles femeninos cubanos en todas las categorías quieren
contar con ella, pero hay que tener vista larga, y más ahora que además de
todos los compromisos con su país, tiene delante también representar a un club
profesional, donde no tienen por qué pensar más allá de sus propios objetivos
competitivos.
Cuatro
años más, por lo menos, habrá que esperar para volver a ver al voleibol
femenino cubano en una cita estival, y espero que se hayan sacado las
conclusiones necesarias de esta experiencia para que no se repita.
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