Por
Lemay Padrón Oliveros
Al
firmar ante la vista del emperador Florentino Pérez, Rafa Benítez sabía que
enfrentaba el mayor reto de su ya notable carrera como entrenador de fútbol.
Olvídense del título en la Liga de Campeones con el Liverpool inglés, este era
el momento que siempre esperó, para guiar al equipo de sus amores: el Real
Madrid.
Su
llegada tuvo poco de ideal, pues implicaba la salida del italiano Carlo
Ancelotti, quien consiguió para la Casa Blanca del fútbol el premio más
añorado: La Décima, que se resistió por más de una década antes de ir a reposar
a las vitrinas del estadio Santiago Bernabéu.
Si
esto fuera poco, su estreno fue más que mediocre, con un empate sin anotaciones
ante el débil Sporting de Gijón…pero el torneo acababa de comenzar. Luego, San
Keylor Navas mediante, se mantuvo invicto tanto en la Liga como en Europa, a
pesar de que el juego del conjunto merengue distaba mucho del mostrado a las
órdenes de Ancelotti.
De
alguna manera, se ha tenido paciencia con Benítez porque no son pocas las bajas
sufridas por los madridistas en estos inicios de temporada, pero la derrota
sufrida el pasado domingo en Sevilla prendió los focos rojos, y disparó la
primera crisis para el técnico formado en las filiales capitalinas.
Su
prueba de fuego, nadie lo duda, será el Superclásico contra el Barcelona cuando
se reanude la Liga, el próximo día 21, pero de haber llegado igualado en puntos
con el plantel catalán, como se esperaba, quizás le hubieran dado más margen al
error. Tal como están las cosas, no creo sea el caso.
Ocurre
que los equipos grandes no se conforman solamente con ganar, también es
importante jugar bien, mandar sobre el campo, imponer respeto, y de eso ha
habido bastante poco en el Real Madrid durante esta campaña, con victorias muy
sufridas contra el París Saint Germain y el débil Las Palmas en sus choques
previos al del Sevilla.
Los
aficionados del club blanco prefieren en ocasiones perder jugando bien, que
ganar jugando mal, como se demostró cuando llevaba las riendas del primer
equipo el italiano Fabio Capello, dueño del récord Guinnes de haber sido
despedido dos veces, al cierre de las temporadas 1996-1997 y 2006-2007, pese a
ganar la Liga en ambos casos. Son campanas a las cuales debería prestar oído
Benítez, si no quiere repetir la historia (suponiendo que gane algo jugando
así).
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