Por Lemay
Padrón Oliveros
Me lo
había dicho hace tiempo mi amigo Lazarito y yo no le quería creer del todo: El
día que Brasil se ponga en serio para el deporte, todo el mundo va a temblar.
Lazarito, quien presta colaboración en el gigante suramericano desde hace ya
varios años, insistía en que con la gran densidad poblacional de la nación
auriverde, había talento de sobra para imponerse en todas las disciplinas,
incluidas aquellas en las que los brasileños tenían poca tradición como la
lucha y el boxeo.
La
primera clarinada la dieron los pugilistas al alcanzar en el pasado ciclo
olímpico sus primeras preseas mundiales y estivales, y ahora el béisbol acaba
de marcar otro punto importante con la clasificación de la novena verdeamarilla
al III Clásico Mundial.
Esta vez
no fue un conjunto lleno de peloteros de ojos rasgados, como aquellos que
dieron alguna guerra años atrás, sino de un conjunto básicamente “nacional”,
con dos o tres jugadores de ascendencia japonesa y dos “importados”, que
redondearon un equipo modesto en el papel, pero peligrosísimo sobre el terreno
de juego.
Evidentemente
su mayor fuerza radicó en el pitcheo, pues a su cuerpo de lanzadores solamente
le fabricaron dos carreras en 27 innings, para menos de una por desafío.
Básicamente
así enlutaron a Panamá, que no pudo aprovechar ni su condición de sede ni el
caché de varios de sus integrantes, quienes han brillado o brillan en las
Grandes Ligas estadounidenses.
Volvió a
cumplirse así la máxima de que cuando hay pitcheo no hay bateo, y a esto vale
agregar también que los suramericanos supieron defender a sus serpentineros en
los momentos cruciales, y aportaron lo suficiente con el madero como para
convertirse en la gran sorpresa de este Preclásico.
Nadie los
daba de favoritos con la presencia de naciones con mucha más historia en el
pasatiempo de las bolas y los strikes como los anfitriones, Nicaragua y
Colombia, pero supieron derrotar a los mejores y se han ganado justamente el
boleto al Clásico, sin dudas el mejor logro en la historia del béisbol
brasileño.
Mientras
salían todos a celebrar en la mitad del diamante en el estadio Rod Carew, yo me
acordaba de Lazarito, que cuando se entere de esto seguramente sonreirá
complacido.
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