Por Lemay
Padrón Oliveros
La soleada tarde del 13 de noviembre de
1982 el boxeador surcoreano Duk Koo Kim retaba al campeón mundial Ray “Boom
Boom” Mancini por el trono mundial de los pesos ligeros. Sin embargo, ese fue
su último día con vida.
Han pasado 30 años del suceso y las heridas
no han cerrado, pues no se trata de una muerte más, de las que han ocurrido más
de 600 desde la llegada del profesionalismo al deporte de los puños.
En este caso el fallecimiento de Kim marcó
una nueva era en el pugilismo rentado, al prohibirse desde entonces las peleas
del Consejo Mundial de Boxeo más allá de 12 asaltos. Antes del fin de esa
década, ya esa era la norma en todas las peleas de las distintas organizaciones
planetarias.
Volviendo al Caesars Palace de Las Vegas,
Mancini llevaba la iniciativa en todo momento, pero Kim no caía al encerado ni
rehusaba el combate, por lo que el árbitro principal del encuentro, Richard
Greene, se negaba a detener las acciones.
De entrada, el boxeador asiático había sido
nombrado de manera errónea el contendiente número uno del mundo para el título
del peso ligero en poder de Mancini, pues poseía un récord de 17 victorias, un
empate y una derrota, con un solo nocaut, pero esa tarde cambiaría el destino
de ambos contrincantes.
En el round 13 el italiano le descargó a su
oponente 40 golpes que no fueron devueltos, pero el desenlace duró un rollo
más, cuando Mancini golpeó al cuerpo y después en el caballete de la nariz a
los 19 segundos de iniciado el asalto.
Kim, mareado, se tambaleó hacia atrás y
recibió una segunda combinación que le hizo caer de espaldas, lo cual dio al
hombre de blanco la excusa para parar la pelea y así lo hizo, aunque el
valiente atleta asiático intentaba pararse nuevamente.
Se desplomó en su rincón muy poco después
de que la batalla fuese detenida y se le retiró del cuadrilátero en una
camilla.
Cuando terminó el desafío, Kim quedó en
coma, nunca despertó y cinco días más tarde murió en el Desert Springs Hospital
de Las Vegas, mientras que Mancini no fue nunca más el boxeador agresivo
conocido como Boom Boom.
En adición el réferi se suicidó unos meses
después por razones que aún permanecen sin ser aclaradas, y la madre de Kim hizo
lo mismo cuatro meses después de la muerte de su hijo, que además debió bajar
de peso para entrar al ring.
Más tarde se comentó que en el espejo de su
habitación del Caesars estaban pegadas las proféticas palabras: "Matar o
morir".
KIM NO FUE EL ÚNICO
Pero el deceso de Kim no ha sido el único
ocurrido entre las 12 cuerdas, y Latinoamérica ha sufrido unas cuantas, como la
del cubano Bernardo “Kid” Paret en 1962, el argentino Alejandro Lavorante en
1963, el peruano Domingo González en 1981, este último en el propio encerado.
Asimismo perdieron la vida a consecuencia
de golpizas el mexicano Francisco “Kiko” Bejínes en 1983, el chileno David
Ellis Venegas en 1992, el colombiano Jimmy García en 1995, el venezolano Carlos
Barreto en 1999, o el panameño Pedro
Alcázar en 2002.
Se dice que el año más trágico fue 1953, en
el cual perdieron la vida 21 boxeadores, 11 profesionales y 10 amateurs, y otros
años fatales fueron 1949, con 19 muertos, y 1962 con 16 víctimas.
Pero como se aprecia, los tiempos modernos
no escapan de tal tragedia, provocada por el afán monetario del
profesionalismo, que en muchas ocasiones descuida lo más importante: al ser
humano.
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