Futbolistas, baloncestistas, voleibolistas y peloteros han estado en las últimas semanas entre los más recientes deportistas cubanos que abandonan parcial o definitivamente sus carreras por diversos motivos.
No hablo
aquí de quienes deciden retomar su vida atlética en otras fronteras, sino de
quienes prefieren dejar de realizar su profesión para dedicarse a otra o a
ninguna.
A los
primeros los mueve sobre todo una motivación económica, pero a estos últimos es
la decepción y la desmotivación (no descartada en los otros casos) el principal
causante de dejar de lado el talento y la pasión para ponerse a hacer quién
sabe qué, incluso a sabiendas de que no mejorará nada su status económico y social
en comparación a sus tiempos de atleta.
La
proliferación de estos últimos casos ya es preocupante, y la afición lo
resiente. Aunque nunca faltarán los “malcriados”, esos que quieren siempre más
y no son capaces de mirar hacia el lado para ver a otros que hacen lo mismo que
él y a veces hasta mejor, en peores condiciones, no creo que sean la mayoría.
Los
incentivos económicos son necesarios, a veces imprescindibles, pero muchas
veces el hombre se desanima cuando no es apreciado como persona, cuando se le
trata con hipocresía y solamente se acuerdan de él cuando hace algo
sobresaliente, o cuando en el seno de un equipo su papel es mucho menos
importante de lo debido.
Además de
una mejor remuneración, una casa o unas vacaciones gratis, para cumplir
cabalmente con eso llamado ATENCIÓN AL HOMBRE el deportista debe sentir la mano
en el hombro cuando está en baja, o la llamada telefónica, el saludo y el
aprecio, ese que da el público sin esperar nada a cambio, pero a veces a los
directivos les cuesta demasiado demostrar.
Es digna
de la mayor admiración la actitud de quienes deciden seguir jugando por el
placer de vivir su pasión, aunque estén conscientes de que no van a ser
llamados al equipo Cuba, pero también debemos entender que no a todo el mundo
le basta con intentar ser campeón o salir de vez en cuando en la prensa.
Se impone
llegar a cada uno y saber qué le duele, porque a lo mejor la solución no es tan
compleja, no todo cuesta millones de dólares.
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