martes, 6 de septiembre de 2011

El regreso de Semenya


Por Lemay Padrón Oliveros

Lo confieso sin ambages: me simpatiza esta muchacha. No tiene el glamour de otras figuras (está muy lejos de eso) pero le sobra calidad para reinar en los 800 metros planos a la surafricana Caster Semenya.
Luego de dos años viviendo en un calvario, la chica de solamente 20 años regresó a la alta competición, y acaba de llevarse una plata en el Mundial de Daegu que para ella debe saber a oro.
No pudo repetir su título de Berlín-2009, pero esto se debió en buena medida a las humillaciones recibidas en 2010, cuando debió someterse a pruebas de género, porque muchos pensaban que era un hombre.
En honor a la verdad, su apariencia no la ayuda, pero está tan segura de ella como la Tierra de ser un planeta, y resistió estoicamente todas las afrentas sufridas, que le costaron a su mente, su cuerpo, su salud… y a su bolsillo.
Se necesita una gran fortaleza sicológica para sobrevivir al escrutinio público al cual fue sometida Semenya, y del que sale airosa ahora con su plata, como una bofetada en el rostro a quienes intentaron hundirla sin resultado.
De verdad disfruté esta competencia como si fuera el retorno de nuestra Ana Fidelia Quirot después de su accidente doméstico: aquella plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce-1993, que para Cuba fue mucho más que un oro.
Golpeada en su orgullo, Semenya calló a todos sus detractores y eso lo presagiaba la rusa Mariya Savinova, porque se olvidó del resto de las corredoras y solamente la siguió a ella hasta robarle el trono a escasos metros de la línea de sentencia.
No obstante, la marca de un minuto, 56 segundos y 35 centésimas (lo mejor para ella en los dos últimos años) debe devolverle a la africana todos los patrocinadores que la abandonaron durante su suplicio, para que pueda prepararse adecuadamente con vistas a los Juegos Olímpicos de Londres-2012, donde pongo su nombre en el podio desde ahora.
Como si fuera una película del ya desinflado Arnold Schwarzenegger, Semenya dijo “Volveré”, y cumplió su palabra. En unos meses la capital británica debe ponerle la tapa al pomo.

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