Por Lemay Padrón Oliveros
Es absolutamente inconfundible, no solamente en Cuba, sino
también en el planeta judo. Su trayectoria llena de éxitos deportivos, y
marcada también por algún que otro virón de ojos a los árbitros cuando se
sintió perjudicado, lo hacían un punto de referencia en el arte de los
judoguis.
Al decidir que ya no seguiría al frente de la selección
nacional femenina de Cuba, el profesor Ronaldo Veitía, cinta negra y octavo
dan, sorprendió a más de uno. Muy orgulloso de sus “57 medallas mundiales,
entre ellas 16 campeonas, más que Brasil, Estados Unidos y Canadá, sumando
ellos masculinos y femeninos, y habiendo comenzado ellos mucho antes que
nosotros, y con más recursos económicos”, decidió dar el paso al costado cuando
no se sintió a gusto.
Con su esposa y su hija. Foto: Tito Meriño. |
Gracias al prestigio ganado en estas décadas, ha impartido
cursos en Ecuador, Francia, Colombia, Portugal, Canadá y Estados Unidos, pero
vayamos al origen. ¿Cuáles fueron sus principales resultados como atleta?
“Competí en varios dual meet, contra Panamá y la República Popular
Democrática de Cores, y también tuve resultados aceptables en campeonatos
nacionales. Tengo un libro que saldrá próximamente llamado “Ronaldo Veitía:
Ippón de historias”, donde explico que nunca las cosas me han sido fáciles. Yo
tenía una hermana que vivía en Miami, y en aquel entonces eso era una mancha. A
lo largo de mi vida demostré que he ido hasta el fin del mundo, casi 60 países,
y seguimos aquí. A la editora le dije, si vas a censurar algo de lo que
escribí, publico el libro en el extranjero, pero me prometió que saldría
íntegramente.”
¿Y esa vena de
escritor?
“Historia que no se escribe, se olvida, y por eso me gusta publicar
libros. No se trata de darse bombo, sino de divulgar lo que han logrado
nuestras judocas; las Marianas del general Veitía, como nos han puesto.”
¿Cómo valora sus
relaciones con la prensa?
“Tengo 12 álbumes, desde que comencé en el judo, con
recortes de periódicos y revistas. En mi primer Mundial conquisté dos séptimos
y un quinto lugar. Un periodista que ya falleció sacó un trabajo en el que
hablada de todo lo logrado por la
RFA, que había ganado el Mundial. No mencionó nuestro
resultado y eso me molestó, porque según él, lo que valían eran las medallas. Llegó
el Mundial de Yugoslavia, donde Estela Rodríguez se convirtió en la primera
campeona mundial del judo cubano, masculino y femenino. Entonces vino el mismo
periodista a entrevistar a Estela y le dije: el último que la entrevista, eres
tú.
“Igual me pasaron cosas muy lindas, aunque recuerde sobre
todo estas más recientes, como una crónica que me hicieron en la televisión el
día de mi retiro.”
¿Qué pensó cuando lo
pusieron al mando del equipo nacional de mujeres en 1986?
“Me dije, me quieren embarcar, porque las mujeres siempre he
dicho que son como un crucigrama: cuando tienes resuelta la línea horizontal,
te falta la vertical; impredecibles como el clima: sol abrasador por la mañana
y por la tarde tormentas que desbordan ríos. Pero eso es lo que las hace
interesantes. Si no hubiese trabajado con mujeres hubiera visto la vida de
manera distinta. Estar con ellas me hizo ver cuánto valen y cuánto te pueden
aportar en tu vida. Mi esposa siempre me decía: tienes que entenderlas, cuando
llegaba bravo por algo que ocurría. Yo les decía a ellas, es increíble que las
discusiones con mi mujer sean por culpa de ustedes. Muchas la ven como una
madre, porque hasta han coincidido fuera de Cuba y ella sabe el trabajo que se
pasa para ser campeón.”
Sé que la fe también
le ha traído sus problemas…
“Yo siempre fui creyente de San Lázaro. Cuando gané los
Juegos Olímpicos por equipos en Sydney-2000 nadie me echó a ver las medallas
que siempre llevo al cuello. El entonces presidente del Inder, Humberto
Rodríguez, estaba muy contento y me dijo que podía llamar gratis a la casa
cuantas veces quisiera. En fin, mucha alegría porque logramos el hecho
histórico de dominar el medallero en un torneo como ese. Cuatro años más tarde
alcancé cinco medallas, pero una plata y cuatro bronces. En ese momento se
fijaron en que si yo tenía las cadenas, que si la parte educativa se afectaba
porque le inculcaba eso a las muchachas, y hasta mi moñito me criticaron. Eso
no me gustó nada, porque ya en ese momento llevaba casi 20 años como entrenador
principal del equipo femenino, y tuve campeonas de todo tipo, también
militantes de la UJC
y el PCC, como yo mismo. Yo dije que sí era creyente, y que si había problemas,
que nombraran a otro, pero que mi fidelidad a la revolución no tenía nada que
ver con eso.
Lo que hice fue trabajar más duro y ser mejor cada día. Para
que no hablaran de más, me sumé al cuello una medalla del Che, para que vieran
que yo también creía en el hombre nuevo, ¿qué mejor santo que el Che?, y ahí
está, junto a mi San Lázaro. Así se calmaron las aguas.”
Muchos piensan que
estar en su posición le hace aprovechar ciertos privilegios…
“Una vez pedí ayuda para adquirir una taza de baño, y el
Jabao (Tomás) Herrera me dijo que me iba a poner en una
lista. Entonces le solté uno de mis refranes: le pido a Dios que no me dé, que
me diga donde hay y yo me lo busco solo. Es más bonito no tener que pedirle
nada a nadie. Cuando yo llegué al Cerro Pelado yo tenía mi casa y nunca pedí
nada, las mejorías en mi casa las he realizado con mi esfuerzo.
“El Comandante (Fidel Castro) me regaló un Lada, y cuando
decidí comprarme un KIA, me exigieron que debía devolver el Lada. Luego cuando
se me rompió el motor del KIA también fue una historia para llorar, porque
terminé pagándolo de mi bolsillo en una tienda como un cubano más.
“Tuve problemas hasta con mi jubilación. Lo que quiero ahora
es tranquilidad. Me pidieron que siguiera con Idalys (Ortiz), pero por mi salud
no podía dedicarle el tiempo que ella merece. Ella lloró mucho y hablé con la
sicóloga para que hiciera un trabajo fuerte con ella, pero ya yo quería
terminar. Con ella también tuve la satisfacción de que entrené a la única judoca
no asiática que se lleva un oro en una Olimpiada en la máxima categoría. Te
dejo otra historia; el anterior presidente del Inder le dijo: ¿tú sabes cuántos
niños están sin casa en estos momentos?, y no le dio una casa. Son cosas que
disgustan.
“Te voy a hacer otra anécdota. Gracias a Eugenio George, que
para mí es un Dios, Estela logró vestirse para el Mundial. Fui a pedir un mono
y me dijeron, no existe porque no tienes una firma que te vista. Eugenio
enseguida me dijo, ve al almacén con Estela para que le tomen las medidas, y
así fue como ella subió al podio a recibir su medalla vestida con un mono de
Mizuno, que era la del patrocinio con el voleibol cubano.”
Coménteme algo de
esos amigos que le regaló el judo…
“Nadie sabe las cosas que hemos logrado por la amistad y por
admiración hacia nuestro trabajo y el esfuerzo de las muchachas. Desde una caja
de frutas hasta una gira completa por Europa, y a veces molesta que aquí no
hubiéramos recibido el mismo tratamiento. No tenemos cómo pagarles a los amigos
de años en Francia y en Japón, ha sido una ayuda invaluable. Aquí tuve
problemas porque protesté cuando me quitaron la preparación de altura. Gracias
a ese trabajo llegamos a ser campeones mundiales y olímpicos, pero hemos
acostumbrado a la gente a que aunque nos den solamente un ladrillo, levantamos
una casa, y eso no puede ser.”
¿Y los enemigos?
“Mi difunta madre decía: cuando un hombre hace una obra que
sobrepasa dos centímetros de su cabeza, tiene muchos enemigos, y yo no quería
creerle, pero es verdad. Uno gana muchos amigos, pero también muchos enemigos,
se ve en el boxeo, cuando alguien gana mucho, ya quieren que pierda, aunque lo
admiren. Enrique Núñez Rodríguez me contó una vez que el difunto Félix B.
Caignet le dio una lección. Núñez Rodríguez estaba preocupado porque cada vez
que hacía algo bueno, siempre alguien lo criticaba, y Caignet le dijo: no te
preocupes, que esa es la envidia, que es admirar con rabia, quieren ser como
tú, pero no pueden. A eso Núñez Rodríguez le agregó una frase más que me dijo:
el rayo nunca busca la verdolaga, siempre busca la palma más alta, búscate
pararrayos, que lo vas a necesitar.”
Personalmente, uno de
los triunfos más emotivos considero que fue el de Legna Verdecia en
Sydney-2000. ¿Cómo lo recuerda?
“Estaba en desventaja, pero yo le decía: aquí estamos tú y
yo nada más. El resto del mundo tiene apoyo en todas partes, pero los cubanos
no llevan público a las competencias, por eso le decía que confiara y me
escuchara. Además, ocurrió el incidente con la bandera, cuando un federativo me
quiso quitar la bandera en el momento de la celebración, y lo tuve que empujar.
Eso me costó no salir a la esquina al otro día, pero algo como eso no se puede
dejar pasar. Desgraciadamente creo que mi ausencia afectó a Driulis (González) en
la final, que perdió por un detallito.
¿Y su relación con
los árbitros?
“Algunos dicen que fue por mí que se puso la regla de que
los entrenadores no pueden hablar sino hasta que el árbitro canta Mate. Entre
las cosas que más me han dolido en todos estos años han sido las injusticias
arbitrales. El ejemplo más claro está con Yalennis Castillo en Beijing-2008,
que fue un despojo. Hubiera sido otro oro para Cuba, y en Londres-2012 hasta el
título por países, porque quedamos segundos con un oro y una plata, y ganó
Japón, con una de cada color, pero a (Yanet) Bermoy no le marcaron un yuko en
la final que le hubiera dado el oro. Si hubieran sido justos mis muchachas
hubieran logrado mucho más, pero a lo largo de la historia este deporte ha sido
muy clasista y discriminatorio.”
La derrota más
dolorosa…
“La de Daima Beltrán en Atenas. Una medalla ya en el
bolsillo que se perdió en un instante. Uno mira lo que se hizo, pero siempre
sueña con lo que se pudo hacer. Muchas veces dije que se necesita invertir para
tener resultados, y dejábamos de ir a competencias asequibles para nosotros.
Idalys fue bronce en Beijing con 17 años, la primera medalla de la delegación.
La china fuera de serie le ganó solamente por yuko. Meses más tarde había
Mundial, y dijeron que no había presupuesto para llevarla. Hoy es la gran
estrella, pero si en ese momento se le hubiera dado al tomeguín el alpiste que
merecía, hoy cantaría mejor.”
¿Su mejor alumna?
“Todas tienen un lugar en mi corazón, por eso no me gusta
mencionar a algunas por encimas de otras.”
¿Y algún caso que no
rindió lo que usted esperaba?
“Diadenis Luna podía haber dado mucho más, pero tenía su
forma de ser. En general creo que todas merecían mucho más, si se entregaban
con más ímpetu. No me puedo quejar, porque vi a Driulis campeona olímpica con
serios problemas en la cervical, a Legna ganar un torneo en Alemania con un
dedo fracturado, etc.”
¿Por qué aprendió
francés antes que japonés?
“Creo que he ido más a Francia, y a lo mejor como el idioma
se parece más, no sé. Del japonés solamente domino el vocabulario del judo.”
En los últimos
tiempos el deporte cubano fue duramente golpeado por las deserciones, y el judo
no fue la excepción. ¿Cómo vivió esos momentos?
“Siempre trabajamos para que la fidelidad no se pierda. En
el caso de Yurisel Laborde, que fue el más sonado, ella tenía insatisfacciones,
porque fue dos veces campeona y subcampeona mundial, y cuando hizo una petición
no recibió la respuesta correcta. Siempre digo que cuando alguien se marcha,
hay que ver cuánta culpa tenemos nosotros en Cuba.”
Dirigir tantos años
seguramente le trajo también momentos duros, en los que debió tomar difíciles
decisiones…
“Los momentos de decisiones no son de titubeos. Yo muchas
veces consulto con la foto de mi difunta madre y, si recibo respuesta,
¡adelante! Creo que me ha salido bien, como cuando para Beijing subimos de peso
a Yalennis y terminó con esa injusta plata, con solamente dos meses en esa
categoría. La vida no se ha hecho para entenderla, sino para vivirla, mientras
van pasando los años entiendes un poco más, pero a veces te llega la muerte y
todavía no la entiendes.
“Yo les decía a mis
alumnas: voy a dar cinco pesos por cada minuto de llegada tarde que tenga, y
cuando empezaron a pagar el estímulo en CUC me dijeron, suba el precio profe, y
les dije: está bien, pero de todas maneras nunca me van a ganar. Hablo no de
ahora que tengo un auto, sino de cuando iba caminando hasta el Cotorro a pie,
para luego coger botella hasta el Cerro Pelado y no regresar hasta que la
novela de la televisión terminaba.
“En el orden competitivo, me voy también con la satisfacción
de haber logrado una campeona mundial juvenil y de mayores el mismo año, que
fue Bermoy, además de otras como la propia Legna y Yurisleidis Lupetey, que
fueron un año primera en juveniles, y al otro año en el Mundial absoluto. No
son muchos en el mundo los que han logrado eso, pero la gran prensa de otros
países solamente se acuerda de sus méritos y tratan de subestimar los nuestros.
En un Mundial nos pasó con Driulis, que seleccionaron a otro como el más
destacado porque ganó sus cinco combates por ippón, cuando Driulis había hecho
lo mismo, y con diferentes técnicas en cada caso.”
¿Pensó bien lo del
retiro?
“El trabajo me robaba mucho tiempo y quería disfrutar de mis
nietos más pequeños. Todos mis hijos fueron judocas, y esta que vive conmigo es
cinta negra y fue entrenadora, igual que un hermano que vive en España. Mi
mujer lleva casi 40 años conmigo, aguantando pesadeces de todo tipo. A veces me
miro en el espejo y me digo: que pesado eres, por eso todas las medallas son
compartidas. De no haber sido por ella me hubiera descarriado completamente. A
ella le debo gran parte de lo que soy. Por otra parte estaba la salud, he
perdido salud en bien del judo cubano, y ahora tengo más tiempo para hacer lo
que los médicos me recomiendan
Ya que mencionó a
Mercedes, ¿cómo se conocieron?
“Yo era profesor de judo y ella llevaba a su niño, que
considero mi hijo aunque lo conocí con siete años. Empecé a meterme con ella y
enseguida le dije al resto de los padres y profesores: no se mueva nadie que
esto es mío. Tampoco fue fácil, me tuvo siete meses detrás de ella, hasta que
por fin comenzamos la relación y nos entendimos muy bien. Le pido a Dios que
ella tenga salud para en esta última parte de mi vida tenerla de compañía.
También me motivó a realizar otro tipo de labores, como la ayuda a niños que
padecen de cáncer, porque como dijo el Papa Francisco en México, la cariño-terapia
es lo más importante para tener una buena salud, y por eso hacemos esa labor.
Del mimo modo, la cariño-terapia que me da el pueblo de Cuba, me tiene feliz y
me llena. Ayer mismo me sacaron lágrimas unos músicos que vinieron a mi casa. No
sé cómo se enteraron que a mí me gusta mucho la canción de Pablo Milanés del
serial Algo más que soñar. Porque uno llore no es que sea débil, yo me pasé demasiado
tiempo siendo fuerte.”
Entonces no hay
marcha atrás…
“He tenido proposiciones para entrenar otros equipos
extranjeros, y siempre digo: sería incapaz de entrenar a alguien para enfrentar
la gloriosa escuela que yo di mi vida por construir. Igual te digo que los
rivales se han alegrado (sonríe). El otro día vinieron a entrevistarme unos periodistas
brasileños y dijeron: menos mal que te retiraste, porque así podemos ganar más
medallas y les dije: si yo tuviera la tercera parte de los millones de dólares
que tienen ustedes para este deporte, nadie les ganaba a las cubanas. Tengo la
satisfacción de que nunca me ganaron unos Panamericanos. Les dejo la historia
en sus manos, les dije a mis sucesores. Quisiera que todo se repitiera, de
corazón.”