Sin
querer un amigo me propuso este tema para sacarlo a la luz pública: el de las
entrevistas en el deporte cubano.

Los
atletas profesionales no lo son solamente en el terreno, sus clubes los
preparan en todos los sentidos, desde cómo coger un tenedor hasta como
dirigirse ante la prensa, y eso es algo digno de imitar. Sucede en ese medio y
sucederá aquí también aunque tomemos la práctica, que algunos no tienen
remedio, pero la gran mayoría adquiere la habilidad para soportar el asedio de
la prensa, que no es poco en el más alto nivel.
Cuba es
probablemente el país donde más fácil se puede entrevistar a un deportista de
elite, porque son muy escasos los nombres de quienes no acceden a conversar con
uno, y no me refiero solamente a los que normalmente tienen roce con el
periodista en cuestión. Yo mismo he improvisado entrevistas con atletas con los
cuales nunca he cruzado una palabra, y no me puedo quejar del resultado, la verdad.
En otras
geografías llegar a un Usain Bolt, LeBron James o Cristiano Ronaldo es
prácticamente imposible para un periodista común, y casi siempre pasa por algún
compromiso comercial.
Volviendo
a Cuba, en los dos últimos años se ha ganado bastante en cultura en este
sentido con la implantación de las conferencias de prensa en la postemporada de
la pelota, pero todavía hay que hacer mucho más.
Que
alguien haga una pregunta aparentemente tonta, o incómoda para un mentor, no es
justificación para emprenderla con el periodista, o peor, para no dar
información. Eso para no hablar de directivos que le temen a todo y no ofrecen
opiniones para no buscarse problemas, y esto último está bastante generalizado
fuera de la esfera deportiva.
Es
derecho de cada cual conversar con quien quiera, pero al menos yo, con casi dos
décadas de práctica profesional, noto cuando una negativa pasa por una
coyuntura emocional, o es simplemente altanería del interpelado.
Aquí en
Cuba es casi imposible que el perdedor de un juego o un combate dé una
declaración luego de ser derrotado, y uno ya se acostumbra y ni siquiera se le
acerca. No es lo normal tampoco en el resto del mundo, pero se entiende.
Están los
que nunca quieren hablar, y están los otros, que buscan a la prensa cuando les
conviene enviar un mensaje. Las reglas del periodismo te exigen que siempre
estés dispuesto a escuchar a quien te quiera dar una declaración, pero a veces
uno tiene ganas de regresar a casa mejor con la opinión del barrendero o del
vendedor de maní antes de sentirse utilizado de esa manera.
En fin,
aquí hay tela por donde cortar, pero como a nosotros nos pagan por preguntar,
seguimos preguntando o nos cambiamos de profesión. Peor es ponerle la cruz a la
fuente, porque entonces dejaríamos se hacer bien nuestro trabajo.
Ya ves
amigo mío, hay de todo en la viña del señor, pero una cosa sí te digo, prefiero
seguir con mis “incultos” entrevistando hasta en la cola del pan, y no pierdo
las esperanzas de que en el futuro la media sea la del entrevistado correcto,
educado, respetuoso y con las habilidades para poder decir todo lo que siente o
piensa.
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