Por
Lemay Padrón Oliveros
Chile
estrenó el medallero de Suramérica en Campeonatos Mundiales de lucha hace unos
días en París, pero en este hecho histórico un gran por ciento pertenece al
colectivo de entrenadores de Cuba.
Fue Yasmani Acosta el encargado de ese estreno en la cita de París-2017, luego de imponerse 2-0 contra el ucraniano Mykola Kuchmii en la batalla por la presea de bronce en la división de 130 kilogramos del estilo grecorromano.
Fue Yasmani Acosta el encargado de ese estreno en la cita de París-2017, luego de imponerse 2-0 contra el ucraniano Mykola Kuchmii en la batalla por la presea de bronce en la división de 130 kilogramos del estilo grecorromano.
Previamente
había superado 5-0 al georgiano Levan Arabuli, 3-1 al estadounidense Robert
Smith, y 5-0 al surcoreano Min-Seok Kim, antes de perder en semifinales 1-3
frente al estonio Heiki Nabi, un experimentado gladiador que terminó la justa
como subcampeón y exhibe además el título del orbe en 2013, y el subtítulo
olímpico en Londres-2012.
Luego de la pelea por el tercer puesto, el caribeño reconoció que le costó bastante trabajo tanto por la calidad de su oponente como por las demandas en el orden físico.
“Este combate me exigió. Me sentí un poco cansado, más que en los combates anteriores a pesar del descanso de varias horas, y ahora pienso que quizás me hubiera venido hasta mejor combatir más seguido”, indicó el oriundo de Matanzas.
Durante ese tiempo de descanso entre la cartelera preliminar y la de los combates finales confesó que estuvo hablando con su padre, quien llegó a la Ciudad Luz desde España para apoyarlo, y también le dio sus consejos.
“La estrategia fue siempre ir encima del rival, aprovechando la fortaleza física. Vine aquí a dar lo mejor de mí, y a casi todos los rivales los conocía solamente de la televisión”, explicó a este redactor en la zona mixta de la Arena AccordHotels parisina, donde la delegación de su país natal conquistó tres preseas bronceadas, una en greco y dos en libre.
Por último, recordó que un gran porciento de esa presea tiene que ver con todos los conocimientos que adquirió en Cuba, y especialmente con el tricampeón olímpico Mijaín López, de quien fue su principal pareja de entrenamiento.
“El siempre fue mi guía y eso no lo olvido. Con él hablo siempre, no para de darme consejos, y la mayor parte de lo que sé se lo debo a él, porque entrenábamos juntos y me enseñó muchas cosas. Yo sé que con él ahí siempre iba a perder, porque no le gana nadie en el mundo, pero eso nunca afectó nuestra amistad”, aseguró el gigante de 1.95 metros, hoy con 29 años de edad.
Lo cierto es que Chile debuta en grande en un medallero mundial de lucha luego
de exhibir como mejor puesto un 23 del año 2005, casualmente logrado en este
mismo peso y estilo por Andrés Ayub.
Luego de la pelea por el tercer puesto, el caribeño reconoció que le costó bastante trabajo tanto por la calidad de su oponente como por las demandas en el orden físico.
“Este combate me exigió. Me sentí un poco cansado, más que en los combates anteriores a pesar del descanso de varias horas, y ahora pienso que quizás me hubiera venido hasta mejor combatir más seguido”, indicó el oriundo de Matanzas.
Durante ese tiempo de descanso entre la cartelera preliminar y la de los combates finales confesó que estuvo hablando con su padre, quien llegó a la Ciudad Luz desde España para apoyarlo, y también le dio sus consejos.
“La estrategia fue siempre ir encima del rival, aprovechando la fortaleza física. Vine aquí a dar lo mejor de mí, y a casi todos los rivales los conocía solamente de la televisión”, explicó a este redactor en la zona mixta de la Arena AccordHotels parisina, donde la delegación de su país natal conquistó tres preseas bronceadas, una en greco y dos en libre.
Por último, recordó que un gran porciento de esa presea tiene que ver con todos los conocimientos que adquirió en Cuba, y especialmente con el tricampeón olímpico Mijaín López, de quien fue su principal pareja de entrenamiento.
“El siempre fue mi guía y eso no lo olvido. Con él hablo siempre, no para de darme consejos, y la mayor parte de lo que sé se lo debo a él, porque entrenábamos juntos y me enseñó muchas cosas. Yo sé que con él ahí siempre iba a perder, porque no le gana nadie en el mundo, pero eso nunca afectó nuestra amistad”, aseguró el gigante de 1.95 metros, hoy con 29 años de edad.
Yasmany con Ayub. |
Fue
precisamente a Ayub al hombre a quien Yasmany le comentó sus intenciones de
abandonar Cuba, durante alguna de las sesiones de entrenamiento que la selección
chilena desarrolló en La Habana.
LA
HISTORIA DETRÁS DEL HOMBRE
Hasta
el año 2015, la vida de Yasmany Acosta se resumía a entrenar y esperar por una
oportunidad para combatir. A la sombra del imbatible Mijaín López, muy poco
quedaba para él en cuanto a torneos internacionales, y tampoco el futuro
pintaba mejor, a sus 27 años de edad, y con la intención del múltiple dorado
universal de llegar hasta los Juegos Olímpicos de Tokío-2020.
El
momento que cambió su vida fue el Panamericano celebrado en abril de 2015 en
Chile. Allí decidió cambiar radicalmente el curso de su existencia y abandonó
la delegación tras alcanzar el boleto para Cuba los Juegos Panamericanos de ese
año. En Cuba dejó a su madre y un hermano.
En
sus primeros tiempos debió alternar sus labores entre los entrenamientos y su
trabajo como agente de seguridad, como hace el resto de los luchadores chilenos.
Luego
de dos años sin combatir oficialmente, reapareció en esta campaña en
representación de Chile en el Campeonato Panamericano de Brasil, y allí
finalizó como medallista de plata. La final era contra el cubano Oscar Pino,
quien por más coincidencia también fue medallista de bronce hace unos días en
el Mundial de París, pero Yasmany no se presentó, en un gesto altruista que
agradecieron hasta quienes le niegan el saludo por considerarlo un traidor.
Gracias
a ese resultado, comentó que las autoridades chilenas se interesaron en él y
pudo allanar su camino para obtener la nacionalidad.
Comenzaba
así su nueva carrera como luchador, renacida en la nación suramericana, y que
en esta temporada incluyó los cetros en el Grand Prix de España y el torneo Ion
Corneanu en Rumanía.
“Con
el profesor Néstor Almanza (también cubano) trabajamos en cosas tácticas y
técnicas. He ganado en masa muscular, estoy pesando generalmente 140 kilos y
bajo sin problemas para la competencia. En este peso me siento fuerte y con la
movilidad necesaria para ganar.”
¿Qué
significa esta medalla para ti?
“Estoy
superilusionado y contento. Vine a darlo todo, a morirme sobre el colchón, y si
perdía sabía que era porque no pude hacerlo mejor de ninguna manera.”
¿Chileno
o cubano?
“Soy
cubano y siempre lo seré, aunque esté viviendo en Chile, porque las raíces no
se olvidan. Yo tomé una decisión difícil, que implica prácticamente no volver,
pero no me arrepiento porque deportivamente no tenía ningún futuro y siempre
supe que daba para más. Mi papá fue uno de los que me alentó a abandonar Cuba,
y ha sido el único familiar al que he podido abrazar en todo este tiempo.”