Por
Lemay Padrón Oliveros
Caballeros, si Víctor Mesa no está tocado con la varita mágica del
Hada madrina del béisbol entonces nadie lo está. Solamente cuatro veces
con esta un equipo ha podido remontar una serie adversa 1-3 en la
historia de nuestras Series Nacionales, y en dos ocasiones ha sido
Víctor el artífice desde el puente de mando, primero con Villa Clara
ante Santiago en 2003, y ahora con Matanzas ante Sancti Spíritus.
En esta ocasión la remontada tuvo visos de leyenda, pues a diferencia
de las tres ocasiones anteriores se trataba de un equipo novato en
postemporadas, esas series pequeñas donde incluso a peloteros curtidos
les tiemblan las piernas. Por cierto, tercera vez para los espirituanos
que pierden el séptimo juego, y en los tres casos eran ellos quienes
llevaban ventaja.
Pero lo de Víctor no tiene nombre. He estado en desacuerdo con
algunas decisiones suyas; por poner un ejemplo, en el penúltimo juego
cuando con hombres en primera y tercera y dos outs y José Miguel
Fernández en cuenta de 1-3 mando a Yoandy Garlobo para segunda. Era la
cuarta bola, con el juego 1x1 en el tercer inning, y además, abriendo la
siguiente Fernández dio jit al central. Tampoco me había gustado el
sacrificio de Ariel Sánchez previamente, pues ya había empujado la
primera y estaba en racha. A propósito, en su siguiente turno la botó
para decidir el choque.
Pero bueno, al sacrificio jugó Víctor casi todo el campeonato y no
soy nadie para intentar cambiarle la filosofía.
En lo que nadie puede señalarlo es en el manejo del pitcheo. Allí se
portó como el Maestro que es, decidiendo con precisión milimétrica el
momento exacto para sacar a un lanzador, y trayendo al indicado en cada
momento, aunque luego no siempre le respondiera como esperaba.
Tan falso como el strike que le cantó
Felipe Casañas (errado también cuando estuvo en primera base) a Manuel
Benavides es aquello de que el séptimo juego lo gana cualquiera. Es
cierto que las opciones están parejas, pero en el 99.9 por ciento de los
casos se impone el equipo más corajudo, el de mayor joseo, el capaz de
exprimir al máximo las debilidades del rival, y en eso Víctor le ganó la
partida ampliamente a Ruperto Zamora.
Con la indicación de Yuliesky para que bolearan a Garlobo en el
antepenúltimo choque dio la impresión de que Zamora estaba allí por
gusto, y así no se puede aspirar a la victoria.
Una vez más la plantilla más glamorosa cede al irrespetuoso “pequeño”
que no creyó en nada. En este caso yo al menos no tengo dudas, los
mayores méritos se los lleva la Explosión Naranja, aunque no esté dentro
del diamante.
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