martes, 29 de mayo de 2012

Amistad, confraternidad y una experiencia única


Por Lemay Padrón Oliveros

Un búlgaro, un botswanés y un cubano vivimos el 19 de agosto de 2008 una experiencia única en el marco de los Juegos Olímpicos de Beijing.
   A Ogi, el de Bulgaria, lo conocía virtualmente desde hace más de cuatro años, pero a John, el de Bostwana, lo encontré casualmente en esa misma jornada.
    El europeo es un viejo colega seguidor del boxeo y la lucha, y el africano, de apenas 19 años, un nadador que compitió en los 50 metros del estilo libre.
   Como en este tipo de lides, la amistad y la confraternidad afloran rápidamente, sólo median las buenas intenciones y el deseo de abrirse al mundo, y eso sobraba entre los tres.
   Anécdotas, curiosidades de cada una de nuestras diferentes culturas y hasta un álbum musical propuesto a cada instante por Ogi, fueron estrechando nuestros lazos al punto que decidimos terminar la noche con una vivencia espectacular.
   Se trataba de una visita a la emblemática plaza de Tiananmen, pero no para admirar su majestuosa dimensión, sino para ser testigos del izamiento de la bandera frente a la imagen del creador de la gran nación china, Mao Zedong.
   Para nosotros, procedentes de otras culturas, el simple hecho de hacer ondear la enseña patria no representaba gran cosa, pero Jinshang, nuestro amigo voluntario, nos mostró lo mucho que significa para los chinos esa ceremonia.
   Para atestiguar eso estaban también los cientos de sus compatriotas que se reunieron allí desde las cinco de la mañana para presenciar la popular tradición, pues no tiene hora fija y depende de cuándo se levante el sol.
   Mujeres, niños y ancianos colmaban los alrededores de la plaza desde las cuatro en espera del momento justo, cuando las luces artificiales de Tiananmen se toman un descanso hasta la siguiente noche.
   Apenas se dejan ver los primeros rayos del sol comienza el ceremonial, que sucede diariamente en cualquier momento entre las cuatro y las seis y media de la mañana, los horarios más probables para la irrupción del Astro Rey.
   Los días 1, 11, 21 y 31 de cada mes el himno nacional es tocado en vivo por una banda nacional, y a su ritmo soldados escogidos por su porte y altura marchan a 108 pasos por minuto, con un cronometraje perfecto.
   Llega el momento indicado y la enseña roja de las estrellas doradas, que estuvo a media hasta el pasado mes durante tres días en honor a las víctimas del terremoto de Sichuan, hace un precioso contraste con el brillante sol mañanero.
   Según estadísticas oficiales, desde que se utiliza este sistema de homenaje el 1 de mayo de 1991, alrededor de 110 millones de personas lo han presenciado.
   Muchos de los presentes proceden del interior del país y vienen por primera vez, pero otros, como el abuelo Yu Li, no se cansan de mostrar su devoción una y otra vez.
   He perdido la cuenta de las veces que he venido, pero siempre me emociono cuando siento el himno nacional y es mi manera de rendir tributo a Mao aquí donde también reposan sus restos, nos dijo.
   Sentimos una gran admiración por nuestro país y de esta manera contribuimos a su prosperidad, alzando nuestras cabezas como se alza nuestra nación, agregó mientras la multitud estallaba en aplausos con el fin del festejo.
   Con tal aseveración, desde Bulgaria, Botswana y Cuba cambió la perspectiva con respecto a lo presenciado y nos fuimos satisfechos por haber experimentado una tradición muy peculiar… mientras nuestros colegas dormían.

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