Por
Lemay Padrón Oliveros
Eclipsado por la final de la Serie Nacional de Béisbol, algo que pudiera
estudiarse en el futuro para no restarle protagonismo, se celebró el
duelo por el título nacional del ajedrez cubano, y una vez más se impuso
el Gran Maestro Leinier Domínguez, en su cuarto festejo de este tipo.
La
lid de este año volvió a contar con el atractivo de poner frente a
frente a nuestros dos mejores trebejistas, con el aliciente extra de la
reciente llegada de Lázaro Bruzón a los dos mil 700 puntos de Elo, lo
cual también dio a la porfía un nivel nunca antes alcanzado.
También,
por suerte, el trono se definió mediante las partidas clásicas, y no
con la lotería de los encuentros rápidos, donde no siempre gana el
mejor. Aclaro que no hago referencia a ellos dos, pues han mostrado una
enorme paridad, más allá de coeficientes y resultados internacionales.
El
tunero intentó exprimir al máximo la partida que jugó con piezas
blancas, al punto que se enredaron en una porfía extendida por más de
cuatro horas y casi 130 jugadas, empecinado en no aceptar las tablas
hasta el momento inevitable, pero el güinero se defendió como gato
bocarriba y no soltó prenda.
Al día siguiente todo fue diferente,
y Leinier sacó provecho del sistema que se conoce al dedillo, la
apertura Española, para obligar a su rival al abandono. Cerró así otra
histórica porfía, no apreciada en la Isla desde el año 2007, última vez
que ambos se midieron entre sí por el cetro nacional.
Vale la
pena volver a aplaudir la iniciativa de la Federación cubana de
sembrarlos a ellos dos junto al exmonarca Yuniesky Quesada, y de no
reportar el Elo a la FIDE, de esta manera juegan menos presionados para
poder conservar lo que con tanto trabajo han conseguido.
Me
parece que este método ha llegado para quedarse. Una sugerencia para el
próximo año: intentar colocarlo después de la final del béisbol.
Seguramente así recibirá mucha mejor atención, quizás hasta seguimiento
televisivo en vivo, como se hizo el año pasado en la última ronda del
Capablanca, con tan buena aceptación.
Todos estamos conscientes
de lo difícil que es compaginar las agendas de nuestros Grandes Maestros
por los compromisos internacionales, pero contra la pelota no se puede;
al final todos vamos a salir ganando.
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