Por
Lemay Padrón Oliveros
Un
brillante espectáculo deportivo y cultural han brindado Matanzas e Industriales
en la final de Occidente, que pasará a la historia como la del bate partido de
Ariel Sánchez.
Uno
pensaría que todas las finales de zona son de por sí un espectáculo, pero no es
así lamentablemente, y mientras muchas veces, no solamente ahora, en el Oriente
se baten a palos, en Occidente prima el juego táctico y la estrategia. Ojo,
ambas vías son válidas para acceder el trono, como muestra la paridad en
títulos entre ambas regiones, pero la vista se resiente ante tantos nocauts.
Los
Azules han apoyado sus éxitos en el poderoso brazo de Odrisamer Despaigne, a
quien le han fabricado solamente tres carreras en dos juegos. Incluso sin estar
en su mejor forma en su primera salida contra los matanceros, Odrisamer
solamente toleró dos anotaciones, y una de ellas fue por error de Raiko
Olivares en el campo corto que no fue oficialmente anotado porque sacó en
segunda, pero en realidad era para doble play.
Personalmente
no me gustó que Lázaro Vargas dejara a Odrisamer pasar de los 100 lanzamientos
cuando el juego iba 5x1 a su favor. Ojalá no le eche de menos en el hipotético
séptimo partido. También me pareció excesiva la presencia de Armando Romero el
día anterior. Conmigo no le daban el segundo jonrón.
Pero más
allá de las estrategias válidas o no, lo cierto es que los bateadores
capitalinos se han mostrado demasiado desesperados, como cuando perdieron ante
el cienfueguero Noelvis Entenza. Cuando mostraron paciencia lograron llenar las
bases en dos ocasiones seguidas; porque strike, lo que se dice strike,
los lanzadores yumurinos han tirado bastante pocos.
A la
ofensiva los discípulos de Vargas han dejado que desear, con un anémico average
de .237 del segundo al cuarto partido (eso contando el “doblete” por el
izquierdo que se le cayó a Ariel en el primer juego del Latino), mientras los
Cocodrilos los hicieron para .282. Tras finalizar contra Cienfuegos conectando
para .311, ahora la tropa añil apenas promedia .292, casi 20 puntos menos.
A Víctor Mesa
le han salido de maravillas los rejuegos con la alineación, algunos obligados por
la lesión de Yoandy Garlobo, aunque no siempre comparta sus métodos. Por
ejemplo, en el tercer juego, octavo inning, con Yurisbel Gracial en primera sin
out. Debió tocar con Yasiel Santoya para avanzar al corredor.
En
definitiva Santoya dio roletazo a segunda que lo avanzó porque jugó al corrido
y bateo, pero pudo ser peor. La justificación es que la Explosión Naranja
es demasiado apegado a la teoría del zurdo contra el zurdo, pero en ese mismo
juego tanto Yadiel Hernández como Ariel le habían dado jits a Pavel Pino, quien
a la postre tampoco pudo dominar a José Miguel Fernández y le dio boleto.
Estas no
pasan de ser apreciaciones personales (no necesariamente acertadas) sobre
aspectos puntuales, pero muchas veces los juegos, y hasta los títulos, se deciden
por detalles. En fin, esta película todavía nos debe el final, y tal como van
las cosas no dejará de ser espectacular.
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