Después de poner el título a este trabajo, en este caso fue lo primero que hice a diferencia de otras ocasiones, me empecé a preguntar hasta qué punto la victoria de Camagüey sobre Capitalinos en
Inesperada sí fue, porque la mayoría dábamos como favoritos a los citadinos, pero lo cierto es que los agramontinos llevan tiempo a la caza de los grandes y cada vez reducían más la diferencia.
Como habíamos comentado anteriormente, este era el tope más parejo. Claro, no pensamos tampoco en una barrida de Ciego de Ávila sobre Matanzas, pero sí veíamos mucho más difícil que los de la Atenas de Cuba superaran a los multicampeones de la LSB , con un plantel mucho más compacto y una banca respetable.
Volviendo al otro enfrentamiento, la suerte quedó prácticamente echada cuando los todavía monarcas vigentes fueron incapaces de ganar los dos primeros desafíos en la tierra del Mayor, el último de ellos cuando los anfitriones jugaron sin su principal figura: Yormán Polás, quien tampoco estuvo en el primero celebrado en la Ramón Fonst.
La ausencia del principal anotador de los orientales por indisposición física le dio a los Azules una oportunidad de oro para colarse de lleno en la final, pero no dieron con la clave para imponerse.
Los pupilos de Miguel Calderón echaron demasiado de menos el armónico juego colectivo exhibido en la etapa regular, y su predominio bajo las tablas, principal arma ofensivo-defensiva.
Tal fue la diferencia entre este Capitalinos y el de la preliminar que los triunfos de los camagüeyanos no fueron ni apretados, salvo el último, definido por un solo punto. Un viejo Lobo como Leonardo Pérez supo encontrar las armas necesarias para destrozar las variantes de sus rivales.
Después de todo para eso abandonó el alto mando de su Villa Clara para mudarse temporalmente a Camagüey, consciente de que sus coterráneos de ahora están muy lejos del nivel necesario para colarse entre los grandes del baloncesto cubano, y los vecinos contaban con mayor potencialidad. Ya este Lobo dio el primer zarpazo, sin nada que perder, pudiera dar otro.
Después de todo para eso abandonó el alto mando de su Villa Clara para mudarse temporalmente a Camagüey, consciente de que sus coterráneos de ahora están muy lejos del nivel necesario para colarse entre los grandes del baloncesto cubano, y los vecinos contaban con mayor potencialidad. Ya este Lobo dio el primer zarpazo, sin nada que perder, pudiera dar otro.
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