jueves, 6 de junio de 2013

Play offs: emociones en su justa medida

Por Lemay Padrón Oliveros

No estoy descubriendo el agua tibia ni mucho menos: en la postemporada la adrenalina sube a límites insospechados, y todos, desde el más parsimonioso aficionado hasta el más exacerbado pelotero viven cada partido con intensa emoción, y es frecuente sentir en carne propia cada jit, out o quieto.
Se trata del momento crucial en que se puede echar por tierra la labor de todo un año, desde la conformación del equipo hasta el desenlace final, y por eso es difícil controlar las emociones cuando alguien considera haber sido víctima de una injusticia.
Por eso, aunque algunos pueden considerarlo injusto, quienes no están involucrados directamente en cada jugada tienen que esforzarse al máximo para no equivocarse. Todos los seres humanos erramos, pero quienes no llevamos el uniforme no podemos decidir partidos.
La subserie Villa Clara-Cienfuegos quedará en el recuerdo no solamente por las altas dosis de coraje y entrega por ambas novenas, sino también por los yerros mayúsculos de los árbitros. Obviando los conteos, tan variopintos casi como los mismos lanzamientos (ya ni siquiera como cada imparcial), la jugada en primera en el cuarto juego, y la de tercera en el quinto desafío, merecieron airadas protestas de cada cuerpo de dirección.
Que Ramón Moré no reaccionara violentamente en el primer caso como lo hace ante los periodistas sigue siendo un enigma para quien escribe; quizás no la vio, o simplemente no quiso buscarse un problema, no sé. Lo cierto es que si hubiese protestado como la lógica lo indica, motivos tenía, como los tenía también Iday Abréu.
Para nada justifico la violencia, esa merece todo el rechazo posible, pero si te corre sangre por las venas al menos puedes ponerte por un momento en la piel del protagonista y reconocer que la reacción es humana.
Estamos acostumbrados a castigar la reacción y no la causa, y a veces esta última era más evitable que la segunda. Por suerte esta vez, para beneficio del espectáculo, el mayor castigo fue para quien provocó el lamentable incidente y no para quien lo protagonizó, por demás un manager de conducta intachable hasta donde sé. 
A esta historia todavía le quedan bastantes partidos por delante, ojalá el incidente sirva para que nos llamemos TODOS a capítulo y seamos “un tilín mejores”.

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