Río de Janeiro.- La estaba observando en las tribunas preferenciales del estadio Castelao y no podía aguantar hasta el final del partido, cuando estaba pactada la entrevista.
España e Italia libraban decenas de
escaramuzas, se jaloneaban, sudaban, corrían… pero ninguno anotaba.
La desesperación en mi rostro era tanta como
las gotas de sudor que corrían por la cara del bigotón Vicente Del Bosque.
Mi diva seguía atentamente cada detalle del
encuentro, en especial cuando la acción ocurría cerca de Gerard Piqué, su
esposo y envidia de millones de hombres al tener en casa a una de las mujeres
más bellas y sensuales del planeta Tierra.
Retaquita, es verdad, pero las caderas no
mienten, y con una sesión a su lado cualquier cansancio físico puede ceder al
imperio de los sentidos.
El tiempo normal se acababa y yo me afilaba
los dientes, porque la tendría para mi solito tras el pitido final. Iluso yo.
De eso nada, el marcador no se quería mover
y se retardaba mi momento de gloria, ya me estaba quedando ciego y sordomudo.
¡Vamos! Tiempo, extra, me quedan 30 minutos
más de espera. Bueno, más se demoran otras cosas.
El reloj seguía corriendo y mi tortura era
peor que la de Alejandro Sanz.
Mientras Howard Webb, feo y sin un pelo en
la cabeza como demandan los últimos manuales de la FIFA para poder ser
considerado un árbitro cinco estrellas, se negaba a pitar el fin del choque.
Por fin acabó el partido, pero no el empate,
y nos vamos a penales. Bueno, me dije nuevamente apelando a lo poco que me
queda de paciencia asiática, cinco tiritos por bando se van volando.
¿Pero y esto qué es? Nadie quiere fallar y
yo sigo aquí, esperando por la reina del waka-waka y fanática del tiqui-taca.
Al fin Bonucci la manda a las nubes, y así
me sentía yo, con el gatillo dispuesto para poner en ON la grabadora y ensayar
mi mejor sonrisa, o la menos fea, para llamar la atención de la cantora de la
voz rasgada.
Ahí se acerca… uno, dos tres guardaespaldas,
que doblan turno y hacen funciones de guardafrente y guardacostados. Alcanzo a
ver unos mechones rubios que pasan de prisa y grito: ¡Shakira!
Hasta ahí llegué, porque al voltearse la
cabellera se convirtió en un manojo de serpientes, y como Medusa me petrificó.
Así más o menos me imaginé mi entrevista con
Shakira, porque en realidad yo estaba a miles de kilómetros de Fortaleza y ni
siquiera estoy acreditado oficialmente para la Copa Confederaciones.
3 comentarios:
Ve a ver si en ves de una entrevista con tu "diva", te ganes un escobazo en La Habana.
jajajaj, espero que no. al final todo ha sido platónico.
Bueno....el que empezó a echar leña en el fuego fue tu amigo Ru, que llamó por teléfono.
Lo que te salva es eso...., que fue platónico y además, que hay mucha gente que te ama, como yo, esperando por ti en Cuba.
Tu esposa.
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