miércoles, 5 de junio de 2013

Leinier inspirado

Por Lemay Padrón Oliveros 

Horas y horas de sacrificios, entrenamientos y cosas importantes dejadas de lado han vuelto a rendir sus frutos para el mejor ajedrecista latinoamericano de la última década.
Criticado a veces por entablar demasiado, al güinero Leinier Domínguez le han resbalado esos comentarios y se ha mantenido firme en sus concepciones de juego: tratar de lograr una posición sólida y no perderla para poder entonces aspirar a la victoria.
Por ahí pasa buena parte de su permanencia sobre los dos mil 700 puntos de Elo, cifra que para alguien con un fogueo medio como él es difícil de conservar.
Lo hecho en la recién concluida cuarta parada del Grand Prix de ajedrez es sencillamente sensacional, porque totalizó ocho puntos de 11 posibles, gracias a seis victorias, cuatro tablas y solamente una derrota, precisamente en su primer encuentro.
Lo presagiábamos desde el año pasado: la entrada de Leinier a estos certámenes de altísimo nivel más temprano que tarde rendiría sus frutos, y ciertamente llegó sin hacerse esperar mucho.
Rodeado de varios de los monstruos del deporte ciencia, el caribeño tuvo nervios de acero y consiguió sus primeras victorias de por vida ante varios de ellos, como el búlgaro Veselin Topalov o el italiano Fabiano Caruana.
Es sin dudas su mejor resultado histórico, y lo colocará en la próxima actualización del listado mundial en un inédito onceno lugar del planeta, con unas impensadas dos mil 757 unidades, por lo menos, más de 20 por encima de lo que hasta entonces era su máximo acumulado (2734).
Todas las partidas fueron importantes, pero destaco sobre todo su brillante defensa ante el francés Etienne Bacrot, ante quien salió bastante endeble del medio juego, con un peón de menos y en lados opuestos del tablero, y debió batallar con todas sus energías para lograr el empate ante el único oponente de acumulado similar al suyo. En la jugada 73 cometió otro error y quedó entonces con un solo peón contra tres de su rival, pero se las arregló para emparejar la contienda.
Para quienes nunca hemos dejado de confiar en sus posibilidades es este otro espaldarazo, innecesario porque somos sus incondicionales, pero sí importante para subir la parada y seguir pensando en grande.

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