domingo, 23 de junio de 2013

Kobe Bryant, un norteamericano en Brasil

Por Lemay Padrón Oliveros

Río de Janeiro.- Gene Kelly  hacía piruetas junto a Leslie Caron siguiendo los acordes de George Gershwin. A pocos metros Vincent Minnelli los seguía con atención, pensando ya en qué parte utilizar y de cuál prescindir ayudado por su tijera imaginaria.
   Así se tejía la leyenda de Un americano en París, que convirtió a la Metro Goldwyn Mayer en la productora referente del musical de la década de los 50 del pasado siglo, y dio otro espaldarazo más al actor y bailarín que puso a medio mundo a cantar bajo la lluvia un año después, en 1952.
   Americano, claro, no es de América Latina, pero a ellos nunca les ha gustado llamarse norteamericanos.
   Bien lejos de París y más cerca en el tiempo otro norteamericano célebre ha dejado su huella en Brasil, no tan indeleble como la del celuloide, pero suficiente como para darle otro color a esta nación amarilla y verde hasta los tuétanos.
   Kobe Bryant, el mejor baloncestista del mundo hasta la explosión indetenible de LeBron James, estuvo la víspera en la Arena Fontenova, de Salvador de Bahía.
   Difícilmente sea casual su presencia en el estado brasileño con más presencia negra, cuando pudo ir a ver jugar a la selección brasileña en los choques anteriores, o los siguientes.
   Además de su compromiso publicitario, para el estelar jugador de Los Angeles Lakers quería cumplir uno de sus sueños: conocer a Neymar de Silva.
   Ambos se encontraron al término del partido Brasil-Italia en el vestuario de los anfitriones, y rápidamente las redes sociales se llenaron con la foto que se sacaron juntos.
   Para el campeón olímpico de Beijing-2008 será muy difícil pasar desapercibido en el gigante suramericano, ahora que todos conocen de su presencia y su próximo viaje a esta ciudad, para saludar a Ronaldinho Gaucho.
   Por cierto, en el duelo entre italianos y brasileños no quiso revelar favoritismo, porque admira el fútbol de la Canarinha, pero pasó parte de su infancia en suelo transalpino.
   Con sus cinco títulos de la NBA a cuestas (vaya coincidencia, Un americano en París también ganó cinco premios Oscar), Bryant tendrá que emular a Kelly para eludir el asedio de prensa y público.
   Quizás decida hacerlo también al compás de la música; en la Ciudad Maravillosa todo es posible, y más si estamos hablando de música.

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