Por Lemay Padrón Oliveros
El nombramiento de Alfonso Urquiola al frente del equipo Cuba de béisbol representa una recompensa justa a su trayectoria en los diamantes. No porque haya ganado el título con Pinar del Río, sino porque cuanta con las herramientas necesarias como para sacarle el máximo a cada novena bajo su mando.
El flamante campeón nacional tendrá a su cargo los planteles antillanos en los principales torneos del 2011: el Challenger en Canadá, el Campeonato Mundial de Panamá y los Juegos Panamericanos en México.
Tomando en cuenta el estado actual de nuestra pelota, el nombre de Urquiola se antoja ideal para detener la sequía de resultados importantes, porque Cuba lleva más de tres años sin ganar un torneo de importancia a nivel internacional, con la única excepción de la Copa Intercontinental del pasado año.
Sin embargo, se perdieron las finales de los certámenes más exigentes como el Campeonato Mundial del 2009 en Europa, los Juegos Olímpicos de Beijing-2008, y fuimos sextos en el Clásico Mundial del 2009.
No obstante, debo aclarar que no comparto el optimismo exagerado de muchos colegas con respecto a la sapiencia de Urquiola. Por supuesto que es un técnico muy experimentado y conocedor del béisbol, pero también ha cometido errores, sobre todo cuando dirigía a Pinar a fines del siglo pasado, aunque este año trabajó casi sin fisuras y esto es un signo de superación innegable.
Además, si echamos un vistazo al panorama nacional no son estrategas hábiles lo que sobra, y eso se vivió varias veces en la pasada Serie Nacional.
Además, el pinareño cuenta con experiencia en el béisbol rentado (recordemos que fue el primero en enfrentar en serio a los profesionales con los topes ante los Orioles de Baltimore y los Panamericanos de Winnipeg-1999), incluyendo una buena etapa en la Liga panameña.
El otrora estelar segunda base de los equipos Cuba fue sacado del alto mando del seleccionado nacional sin una razón de peso antes de los Juegos Olímpicos de Sydney-2000, cuando Servio Borges salió como de una chistera y cargó con el revés más duro en la historia del béisbol cubano.
Sirva esta nueva oportunidad como una especie de disculpa y recompensa justa por aquel desaire, aunque los responsables no lo hayan reconocido así públicamente.
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