Por Lemay Padrón Oliveros
El triunfo de Dallas Mavericks en la final de la Liga estadounidense de baloncesto (NBA) tuvo más repercusión en Puerto Rico que en la propia ciudad texana donde se aloja el quinteto campeón.
La razón es sencilla: la presencia entre los titulares del base José Juan Barea, quien no sólo jugó, sino que también fue protagonista en el éxito de los suyos, y para muchos clave en el desequilibrio de la defensa del publicitado Miami Heat en esa final.
Su hábil movimiento de balón, rápidas internadas y excelente visión de juego le hicieron la figura más odiada en la Florida, pero la más querida en Borinquen, donde prácticamente se han agotado las camisetas con el número 11.
Muchísimos medios de prensa de Estados Unidos, no hablemos ya de los de la Isla del Encanto, dieron cobertura al multitudinario recibimiento a Barea en San Juan, donde miles de fanáticos le dieron la bienvenida a quien fue abanderado de Puerto Rico en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez-2010.
Y precisamente de su amor a la enseña patria nace mucho de esta Bareamanía, porque el diminuto jugador no dudó un segundo en arroparse con la bandera tricolor apenas concretado el triunfo de Dallas en el sexto partido, en pleno momento de euforia por la celebración.
Por eso no dejaron de llegarle mensajes de felicitación de los cantantes Lucecita Benítez, Ricky Martin y Tego Calderón entre otros, y tampoco faltaron las figuras de la política boricua, quienes aprovecharon la presencia allí del base organizador para tomarse fotos y apuntalar sus candidaturas a las próximas elecciones, previstas dentro de poco más de un año. Algunas fuentes aseguran que todavía se encuentra un enorme afiche de Barea adornando la alcaldía de su natal Mayagüez, que lo exhibe desde hace más de una semana.
Su influjo llegó hasta la mismísima Casa Blanca, donde el presidente estadounidense Barack Obama, fanático confeso y practicante activo del baloncesto, le espera para celebrar un tope bilateral, según anunció hace unos días.
La Bareamanía está lejos de acabar. El propio jugador declaró hace unas horas que cuando se siente tranquilo en su casa de Mayagüez podrá asimilar tanto cariño recibido de sus compatriotas, pero dudo que encuentre esa tranquilidad ante tanta (justificada) euforia.
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