Por Lemay Padrón Oliveros
Las tres goleadas recibidas por Cuba en la Copa de Oro de fútbol dan continuidad a una estela de fracasos eslabonados por este deporte en los últimos años.
Escaso roce internacional y deficiencias técnico-tácticas caracterizan a un plantel que juega sin identidad, sin brújula, con mucho músculo y deseos, pero poco fútbol, ante planteles no siempre notablemente superiores.
Llevamos años soñando, y escuchando de los más apasionados, que el combinado de la mayor de las puede acudir a una AntillasCopa del Mundo, pero lo cierto es que los sueños se estrellan año tras año y esta posibilidad ni siquiera se ve cercana.
Es increíble que en otros deportes, con resultados muchísimo mejores, los dirigentes cambien con frecuencia por uno u otro motivos, mientras en el fútbol la cúpula de Cuba sigue siendo la misma desde hace dos décadas.
La dirección técnica sigue siendo otro asunto pendiente. Desde la mejor época del balompié en la Isla, la de los años 70, ningún equipo ha jugado como el que entrenó el peruano Miguel Company para las eliminatorias rumbo al Mundial de Surcorea/Japón-2002.
Entonces Company se preocupó por sembrar sus ideas no sólo en el equipo grande, sino también en las categorías inferiores y desandado el país en una moto estudió a los jugadores para sacarle el máximo a cada uno.
Luego se intentó repetir el método con el alemán Reinhold Fanz, de dudoso currículo profesional, pero fue otro sonoro fracaso, y volvimos a los estrategas locales, bastante desarmados técnicamente para poder sacarle jugo a nuestros futbolistas.
Por cierto, en este acápite llama la atención que nunca haya sido llamado a dirigir el conjunto mayor Roberto Hernández, quien comandó con bastante éxito las selecciones sub-23 y tenía el aval de haber trabajado como asistente de un avezado DT como el colombiano Francisco "Pacho" Maturana.
Ahora suena el nombre del brasileño Sócrates Sampaio, el famoso Sócrates del Mundial de México-1986, pero la Federación cubana se apuró en desmentir cualquier vínculo y más bien cerró la puerta antes de escuchar cualquier propuesta.
No Sócrates, ni el mismísimo médico chino salva al fútbol cubano, si no hay cambios profundos.
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