Por Lemay Padrón Oliveros
Eufemísticamente
vamos a llamarle apreciación arbitral, en definitiva es el escudo
tras el cual este tipo de deportes defiende sus puntuaciones, que se
vuelven incuestionables como templos.
Pero
como un espectador más tengo mi opinión, y no es muy buena con
respecto a los jueces que actuaron en la gimnasia artística de los
Panamericanos de Toronto, específicamente los que estaban evaluando
la barra fija.
Ni
en la prueba de máximo acumulador ni en la final de este aparato me
parecieron justos a la hora de calificar al cubano Manrique Larduet.
Sus ejecuciones probablemente no eran de la más alta exigencia
técnica, pero tampoco deslucían con respecto a las de sus
contrincantes, y fueron realizadas limpiamente, incluyendo la salida,
esta sí de gran complejidad, que Manrique hizo a la perfección en
ambas jornadas.
No
digo que fuera el campeón en la barra, porque el colombiano Jossimar
Calvo tenía un programa más exigente y lo ejecutó como debía,
pero sí pudo el cubano entrar en el grupo de medallistas.
Las
expresiones del resto de los atletas, conocedores a fondo del deporte
tanto como los jueces, mostraban a las claras que las actuaciones del
santiaguero merecían más, pero no sucedió.
También
me chocó que fueran evaluados de manera bastante distinta (una
décima es bastante aquí) las mencionadas presentaciones en la barra
fija, cuando fueron casi calcos una de otra. Más sospechoso resulta
que con lo obtenido en la final del aparato, insuficiente para
colarse en el podio de premiaciones, sí le hubiera alcanzado el día
del all around para coronarse.
Nada,
que te toca, pero no te toca. Tratando de no apasionarme demasiado
quiero pensar que ha sido obra de la mala suerte y no la mala leche,
y repito, fue sobre todo en el grupo encargado de catalogar la barra,
en las otras modalidades me pareció aceptable el margen de
tolerancia que uno supuestamente debe dejarle a la “apreciación”.
Otra
vez será, ahora hace falta que este muchacho se dé a conocer en el
mundo, con participación frecuente en torneos de nivel. Solamente
así irá convenciendo a los imparciales de su innegable calidad,
porque este es un deporte en el que nunca está de más competir. La
mala suerte puede cruzarse en el camino de cualquiera en cualquier
momento, pero creo que esta vez se ensañó con Manrique.
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