Por Lemay Padrón Oliveros
Dominando
increíblemente al mejor equipo de la justa (en el papel), Chile hizo
Historia al coronarse por primera vez Rey de América. Enormes eran
las estadísticas históricas en contra de la Roja, pero casi todas
quedaron en la orilla porque, aunque no vencieron a Argentina en
tiempo de juego, lo hicieron en los penales, otra asignatura
pendiente de los chilenos.
La posesión de
pelota, especie de religión para los dos técnicos involucrados,
también favoreció al supuestamente más débil, que tuvo muchas
ocasiones de gol, pero creo que las más claras fueron albicelestes,
con el cabezazo del Kun en el primer tiempo, y esa última de Higuaín
casi en tiempo cumplido. Además, hubo un penal muy claro que no se
pitó. Que se anotara o no más tarde es otra cosa, pero se debió
pitar.
Dicho esto, es
válido reconocer el juego de Chile, el más estable durante todo el
certamen. Jorge Sampaoli ha dado continuidad al fútbol vistoso
implantado desde el ciclo mundialista 2006-2010, además de arropar a
sus jugadores en los peores momentos, como se vio en esta misma Copa
con el Caso Vidal.
Desde Claudio
Bravo hasta Eduardo Vargas la nómina chilena fue un bloque, tanto
dentro como fuera de la cancha, y eso se plasmó en cada encuentro.
Del lado
contrario, pesó muchísimo la salida tempranera de Ángel Di María,
que trastocó los planes tácticos del Tata Martino. No sé si con
Tévez las cosas pudieron haber sido mejores, pero al menos el Apache
le daba carácter al plantel albiceleste.
No es matraca
mía, pero seguimos con Messi. Resulta que la Conmebol decidió
otorgarle el premio al mejor jugador de la Copa, y el futbolista
argentino, dignamente, lo rechazó. Muy bien por él, porque no lo
merecía, pero me pregunto ¿hasta cuándo la FIFA (porque es la FIFA
la que está detrás) va a seguir potenciándolo como una marca?
Le abrí un
compás de espera (otro más) en la final, a ver si brillaba, y nada
de eso. Lo vi hasta caminando sobre la cancha, y eso es inconcebible
para el capitán de un equipo, para quien está llamado a pedir la
pelota y echarse el equipo en hombros. En su propio equipo Mascherano
tocó más pelotas que él. A lo largo del torneo dejó destellos de
la enorme calidad que posee, pero a años luz de lo que se espera de
él, en especial los seguidores de Argentina.
Hace un tiempo
pené que no necesitaba ganar un Mundial para ser considerado el
mejor futbolista de la historia, pero fracaso tras fracaso he
repensado el asunto, y ya si no levanta la Copa para mí no cumple
con ese criterio, pero eso es tema para otro comentario.
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