Por Lemay Padrón Oliveros
Muchísimos
son los comentarios con respecto a la derrota de Cuba en las
semifinales del béisbol en Toronto, que impidió mejorar el tercer
lugar de Guadalajara-2011.
Vale
comenzar diciendo que fue un juego que pudo ganar Cuba, y de haberlo
hecho muchas opiniones serían diferentes hoy. Situaciones puntuales
dieron al traste con la victoria, pero más allá del out o quieto en
primera base, la utilización de los relevistas, el toque del noveno
inning o el ponche sin tirarle de esa misma entrada, quiero analizar
algo más profundo, y es la propia confección del equipo.
Siguen
pasando los años y los estrategas cubanos no acaban de entender la
necesidad de llevar más lanzadores a este tipo de torneos. El tercer
catcher de Cuba no vio acción ni en el tope con los universitarios,
y otros jugadores de posición tuvieron actuaciones bien efímeras.
Por
el contrario, los lanzadores debieron hasta violar los roles que se
les habían asignado inicialmente por la falta de variantes ante la
pobre eficacia mostrada por algunos, y en el caso del joven Liván
Moinelo, actuar en demasía.
Además,
si Héctor Mendoza tiene algún tipo de limitación para su uso, ¿por
qué entonces llevarlo a Toronto? Un staff ya de por sí corto, se
resiente mucho más si no se puede utilizar como es debido al
cerrador estelar.
La
preparación de por sí no fue la óptima, porque a la ofensiva era
evidente la incomodidad de nuestros bateadores cuando enfrentaron a
lanzadores veloces, como si eso no se pudiera entrenar o fuera algo
novedoso. El mejor bateador de la escuadra fue alguien llamado a
última hora, con quien nadie contaba, ¿acaso Rudy Reyes enfrenta a
diario a serpentineros supersónicos?
Un
último aspecto, pero no menos importante, es la disciplina táctica.
Según el propio Roger Machado, mandó a tocar a Raúl González y
este bateó fuerte. Después de algo así el manager no puede seguir
tan campante, porque para eso es quien toma las decisiones. Aunque
sea uno de sus hombres de confianza, clave en los dos títulos
conseguidos con Ciego de Ávila, no puede tener carta blanca para
variar las estrategias concebidas por el cuerpo de dirección.
Seguramente
vendrán análisis más profundos en la Comisión Nacional, con
interioridades que a la distancia desconocemos, pero estos puntos
deben estar sobre la mesa para que no se repitan en el futuro.
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