jueves, 27 de noviembre de 2014

¿Quieren cenar?

Por Lemay Padrón Oliveros

Veracruz.- La pregunta salió así, como quien no quiere las cosas, de labios de la hermosa Arely, encargada de la sala de prensa del World Trade Center veracruzano.
La inocencia de la propuesta contrastó inmediatamente con el cruce de miradas pícaras entre los oyentes más cercanos. Sí, porque a Arely se le ocurrió lanzar la invitación justamente frente a la mesa donde la mayoría de la delegación cubana de prensa ha plantado bandera.
Inmediatamente algunos asociaron el momento con la visita anterior de un exdirigente deportivo, que días atrás había coincidido también con la llegada de la cena.
Una opinión malintencionada de un periodista local, duramente criticada por los reporteros procedentes de la mayor de las Antillas, había dejado aquel momento como una anécdota, no repetido porque a las chicas de la sala de prensa les daba “vergüenza” ofrecer gratuitamente sobre las nueve de la noche, precisamente cuando los estómagos son el peor enemigo de las neuronas, una cena de bocaditos con atún, ensalada, papas fritas o extrusos de maíz, según sea el caso, acompañada con un delicioso dulce de chocolate y un refresco.
Varias jornadas (y solicitudes) después reapareció el invitado especial- que conste que no estamos hablando del gol-, y la escena fue memorable.
Apenas segundos antes varios periodistas rezongaban porque la conexión a Internet volvía a fallar, o porque el editor de turno estaba entretenido, o porque alguien tenía monopolizado el único teléfono de la sala, o quién sabe por qué, pero como tocados por la magia, cada rostro fue transformándose y la sala entera se convirtió en una gran sonrisa.
El momento fue ideal para que un fotógrafo tratara de llevarse la instantánea, que parecía salida de un espectáculo humorístico; tal era la euforia que las tripas trasladaban al cerebro, y este a su vez a los músculos del rostro de cada uno de los presentes en el recinto.
Los panas de Venezuela llamaron a los colegas de la otra punta, por si- y solo por si-, la oferta no cubría la demanda, pero no, nada podía opacar la felicidad, hubo hasta para una segunda vuelta.
Alguien, después de zamparse la “vergonzosa cena”, tenía exceso de energía y derribó una de las vallas que separan la sala del salón de conferencias; era la alegría total.
A lo mejor en las jornadas siguientes se duplica la asistencia a la sala en el horario nocturno, eso no lo puedo decir con certeza, pero sí puedo asegurar que Arely no necesitará volver a preguntar.

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