Por
Lemay Padrón Oliveros
Veracruz.-
La pregunta salió así, como quien no quiere las cosas, de labios de la hermosa Arely,
encargada de la sala de prensa del World Trade Center veracruzano.
La
inocencia de la propuesta contrastó inmediatamente con el cruce de miradas
pícaras entre los oyentes más cercanos. Sí, porque a Arely se le ocurrió lanzar
la invitación justamente frente a la mesa donde la mayoría de la delegación
cubana de prensa ha plantado bandera.
Inmediatamente
algunos asociaron el momento con la visita anterior de un exdirigente
deportivo, que días atrás había coincidido también con la llegada de la cena.
Una
opinión malintencionada de un periodista local, duramente criticada por los
reporteros procedentes de la mayor de las Antillas, había dejado aquel momento
como una anécdota, no repetido porque a las chicas de la sala de prensa les
daba “vergüenza” ofrecer gratuitamente sobre las nueve de la noche,
precisamente cuando los estómagos son el peor enemigo de las neuronas, una cena
de bocaditos con atún, ensalada, papas fritas o extrusos de maíz, según sea el
caso, acompañada con un delicioso dulce de chocolate y un refresco.
Varias
jornadas (y solicitudes) después reapareció el invitado especial- que conste
que no estamos hablando del gol-, y la escena fue memorable.
Apenas
segundos antes varios periodistas rezongaban porque la conexión a Internet
volvía a fallar, o porque el editor de turno estaba entretenido, o porque
alguien tenía monopolizado el único teléfono de la sala, o quién sabe por qué,
pero como tocados por la magia, cada rostro fue transformándose y la sala
entera se convirtió en una gran sonrisa.
El
momento fue ideal para que un fotógrafo tratara de llevarse la instantánea, que
parecía salida de un espectáculo humorístico; tal era la euforia que las tripas
trasladaban al cerebro, y este a su vez a los músculos del rostro de cada uno
de los presentes en el recinto.
Los
panas de Venezuela llamaron a los colegas de la otra punta, por si- y solo por
si-, la oferta no cubría la demanda, pero no, nada podía opacar la felicidad,
hubo hasta para una segunda vuelta.
Alguien,
después de zamparse la “vergonzosa cena”, tenía exceso de energía y derribó una
de las vallas que separan la sala del salón de conferencias; era la alegría total.
A lo
mejor en las jornadas siguientes se duplica la asistencia a la sala en el
horario nocturno, eso no lo puedo decir con certeza, pero sí puedo asegurar que
Arely no necesitará volver a preguntar.
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