Por Lemay Padrón Oliveros
Ganó el mejor. No siempre ocurre, pero esta vez fue así. Triunfó
quien mejor lo hizo a lo largo del Mundial de Brasil-2014, y al que las
cosas le salieron mejor también en la final.
Argentina
tuvo sus oportunidades de entrar en la historia, pero ni Gonzalo
Higuaín ni Rodrigo Palacios superaron la barrera llamada Manuel Neuer, y
hoy Alemania festeja su cuarta estrella, primera para un europeo en el
Nuevo Mundo, en vez de Argentina su tercera.
Era
complicada la tarea para los pupilos de Alejandro Sabella, que llegaron
al Mundial esperanzados con su poder de fuego y se marchan con la
pólvora mojada; a la hora de la verdad fue lo más criticado, la defensa y
el portero, lo que mejor se comportó en la tropa albiceleste, mientras
que la línea de ataque nunca estuvo fina del todo y solamente mostró
chispazos, incluido Lionel Messi, injusto ganador del Balón de Oro. Lo
mereció hasta octavos de final, pero de ahí en adelante se diluyó y no
hizo méritos como para opacar lo logrado en menos desafíos por el
colombiano James Rodríguez, o la entrega sin límites de Bastian
Sweinsteiger, para mí el otro justo merecedor del galardón.
Pero
Argentina no tiene motivos para lamentarse. Se plantó de tú por tú con
una escuadra mucho más profunda que la superaba en casi todos los
órdenes, y que además durante el Mundial no lamentó grandes ausencias.
A
esta generación teutona la frustraron solamente, una y otra vez desde
2006, Italia y España, por eso al irse ambos equipos en la fase de
grupos deben haber respirado tranquilos. Fueron sin dudas el plantel más
contundente de la justa del orbe, y por eso el gran mérito de los
argentinos de llevarlos hasta el alargue y estar a pocos minutos de los
penales, gozando incluso de más opciones claras de gol.
Pero
ya se sabe, los alemanes a la hora buena no fallan. Solamente tuvieron
dos claras, una la estrellaron al poste, y la otra la fue a buscar
Romero al fondo de las redes; las de Argentina ni siquiera pasaron entre
los tres palos.
Sin
Di María la armada albiceleste dependería mucho más de Messi, y el
genio tuvo solamente un par de jugadas de peligro, resueltas sin mucho
sobresalto por la zaga teutona. En el resto del partido estuvo muy bien
custodiado, como mismo le hicieron en Sudáfrica-2010 y en los más
recientes duelos Bayern-Barcelona.
El
gran mérito de los suramericanos estuvo en la recuperación y la
defensa, escudados en el muro llamado Javier Mascherano. Tres prórrogas
en cuatro partidos de vida o muerte incidieron en que los subcampeones
se quedaran sin piernas en las postrimerías, pero siguieron jugando con
el orgullo y el corazón.
Por eso, hoy toda Latinoamérica sale con la frente en alto gracias a Argentina.
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