Por
Lemay Padrón Oliveros
Pareciera de leyenda, pero es real. Sobre un escenario deportivo, ya
sea terreno de fútbol, de béisbol, tabloncillo de baloncesto, etc., la
historia juega su papel.
Aparentemente todo se decide entre los protagonistas pero, como
en los mitos griegos, los dioses guían los pasos de ellos y, como hacían
Ares o Febo, conducen desde el éter lo que sucede antes nuestros ojos.
La historia, o la camiseta, pesa, y de ella tiran muchas veces los
equipos cuando las cosas no les funcionan adecuadamente sobre el campo,
como les ha sucedido en este Mundial de fútbol a varios equipos.
Los cuatro semifinalistas pueden sentirse tocados, porque Alemania
salvó un empate de última hora con Ghana y derrotó a Francia con un gol
rasante en la ilegalidad, Brasil arrolló a Colombia más con ímpetu y
condescendencia arbitral que con fútbol, Argentina frenó a Bélgica sin
jugar de manera brillante y con un chispazo, y Holanda sacó del Mundial a
Costa Rica en la lotería de los penales, tras estar también cerca del
ridículo ante México.
Ahora las cosas cambian, porque los cuatro equipos involucrados
tienen historial semejante y las guerras serán de poder a poder. La
camiseta ahora no contará demasiado, y sí lo que suceda en los estadios,
donde salen todos en igualdad de condiciones, aunque los planteles
latinoamericanos tengan sensibles bajas.
Tanto Brasil como Argentina parecen venir de menos a más, al
contrario de Alemania y Holanda, pero este hecho y el amplio respaldo
del graderío son compensados con la pérdida de Neymar en las filas
auriverdes, y Di María en las albicelestes.
Todos saben lo que ha representado Neymar para este equipo carente de
imaginación y construido de atrás hacia delante. En los dos últimos
desafíos quizás no pesó tanto directamente en el marcador, pero siempre
gravita.
En el caso de Di María, era el único que acompañaba con tino a Messi
en labores ofensivas, y fue fundamental en los dos desafíos de vida o
muerte; habrá que ver si alguien puede ocupar adecuadamente su plaza de
fiel escudero.
Alemanes y holandeses, por el contrario, exhiben sus maquinarias
completamente engrasadas y tampoco han sentido demasiado el agobio de
jugar bajo altas temperaturas, por eso prometen ambos desafíos.
La final soñada de Latinoamérica corre peligro por las lesiones,
ojalá que quienes los sustituyan lleven con decoro el peso de sus
camisetas.
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