Por Lemay Padrón Oliveros
Poco acostumbrado a seguir programas de televisión, me enamoré del proyecto desde que se anunció la presencia de Diego Armando Maradona, a quien siempre he admirado y hacía tiempo no escuchaba.
Me satisfizo enormemente constatar que no ha perdido lucidez, valentía en sus criterios ni buen humor para lo mismo elogiar una gran actuación que criticar cualquier barbaridad.
Criterios aparte, y no siempre coincidentes por supuesto, fue muy instructiva su presencia, rociada de anécdotas de sus tiempos de jugador tanto con la casaca albiceleste como en los clubes, conversados amenamente junto al periodista Víctor Hugo Morales, a quien solamente había escuchado en algunas pocas de sus muchas narraciones memorables.
Pero sin dudas lo que no tenía desperdicio eran los intercambios con leyendas actuales y pasadas del más universal de los deportes, desde el simpático encuentro con el Tino Asprilla hasta los momentos de desazón compartidos por Bebeto y Careca, pasando por el programa junto a Rivelino, para mí también el más entrañable de todos, porque desbordaba como ninguno simpatía, empatía, admiración mutua y buen humor, que dejó completamente sin efecto las barreras idiomáticas.
El programa era conducido por un argentino y un uruguayo, pero hubo momentos para toda Latinoamérica, como esperábamos nosotros, lo que no estábamos directamente representados en Brasil-2014.
Por eso me quedó un gran vacío este lunes cuando ya no hubo programa, pero me quedo con esos grandes momentos, con el apoyo a todas las selecciones de nuestro continente, el respaldo a Luisito Suárez por el excesivo castigo recibido y la canción de presentación y despedida, verdadero compendio de integración latinoamericana.
Y ojalá vuelta De zurda para el próximo Mundial, o mejor antes, en la venidera Copa América.
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