Por Lemay Padrón Oliveros
Un Mundial de fútbol en Brasil sin Jogo bonito es como un arroz con
pollo sin pollo, una cerveza sin alcohol o un dulce sin azúcar. Tan
inherente es esto al fútbol brasileño que cuando se trata de cambiar ese
sello de identidad obligatoriamente deben regresar con el título, so
pena de ser linchado en una favela.
Lo logró con éxito Carlos Alberto Parreira en 1994, y a medias Luiz
Felipe Scolari en 2002, pero en ambos casos hubo cracks que les sacaron
las castañas del fuego, como Romario, Bebeto, Ronaldo, Rivaldo y
Ronaldinho. El propio Dinho pudo haber estado en esta selección de
fútbol chato que viste indistintamente de verde, azul, blanco y amarillo
pero sobre la cancha se muestra gris, pero Scolari no lo quiso
convocar.
¿Quién pone el jogo bonito en Brasil? Pues
Colombia, precisamente el escollo que tendrán los anfitriones este
viernes en su afán por enterrar el Maracanazo. Pero lo dije antes y lo
repito ahora, al menos los de 1950 llegaron hasta la final; a este
equipo todavía le faltan dos victorias para al menos igualar ese
resultado.
Sinceramente, por lo mostrado hasta ahora no
tienen para ganarle a Colombia o a quien emerja triunfador del duelo
europeo entre Francia y Alemania.
Tendrían que variar muchas cosas, o producirse una injusticia mayúscula, que tampoco son insólitas en el fútbol.
De
cualquier manera, Brasil está vivo, y mientras está vivo los
admiradores de su fútbol siempre esperamos que jueguen como saben
hacerlo.
Desgraciadamente la línea de ataque de este plantel
está entre lo peor que han exhibido en toda su historia mundialista, y
si tampoco Oscar explota como el 10 pensante, desequilibrante e
incisivo, se trata de una muerte anunciada.
Neymar, como
Messi en Argentina, no puede hacerlo todo solo, y menos ahora que según
se ha dicho ha recaído de la lesión sufrida con el Barcelona.
En
la valla contraria viene un inmenso James Rodríguez, a quien, con la
ausencia de Luiz Gustavo por acumulación de amarillas, Felipao tendrá
que ponerle otro perro de presa con cadenas, candados y llavines, sin
descuidar tampoco a Cuadrado y Quintana, quienes pudieran campear por su
respeto si la marca se concentra demasiado en James.
Si
contra Chile los auriverdes sintieron la presión al límite, ahora no
quiero estar en su pellejo, porque los fanáticos en las tribunas de la
Arena Castelao tendrán una corneta en una mano, y una guillotina en la
otra. Que gane el jogo bonito.
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