Por Lemay
Padrón Oliveros
Bastante
se ha escrito y dicho en el último mes sobre la nueva estructura aprobada por la Comisión Nacional
de Béisbol, que dicho sea de paso, oyó criterios y relanzó la Liga de Desarrollo, tomará
como válidos los primeros 45 juegos y adelantó el método de selección de
refuerzos, otro gesto plausible para una entidad que parecía totalmente ajena a
los reclamos populares.
Antes de
entrar en materia, una última aclaración para los defensores de los refuerzos.
NO ME PONGAN MÁS A MATANZAS COMO EJEMPLO. Los “importados” del plantel yumurino
estuvieron allí desde la preparación, se impregnaron con la filosofía de Víctor
Mesa y, lo más importante, seguirán allí para el venidero torneo. Nada que ver
con un refuerzo que llegará para hacer su labor, lucir individualmente y al
siguiente año “si te he visto, ni me acuerdo”, lo cual no ayuda para nada al
desarrollo del territorio. ¿Se imaginan a Yadier Pedroso siendo campeón tres años
seguidos con Matanzas, Pinar del Río y Cienfuegos?
Pero en
realidad el objetivo de este comentario es tocar un tema que no he visto en el
debate: el calendario. Evidentemente, con solamente 45 juegos en la primera
etapa, única para la mitad de los equipos, cada novena puede enfrentar
solamente tres veces a las restantes, y esos tres desafíos les pueden tocar lo
mismo como visitantes que como anfitriones.
¿Se han
puesto a pensar que un conjunto se puede jugar toda la campaña en dos subseries
seguidas cerrando fuera de casa? Eso es perfectamente posible, porque por las
limitaciones económicas generalmente se aprovecha la visita de un equipo a una
zona alejada para permanecer allí y celebrar dos o tres subseries antes de
recorrer cientos de kilómetros de regreso a su cuartel general.
Usted me
dirá, eso mismo puede ocurrir en los 90 juegos. Sí, pero ya su novena tuvo
otros tres juegos a domicilio contra ese mismo conjunto, y los debió
aprovechar, no como ahora, que tendría una sola oportunidad, y lo mismo puede
ser en tu estadio o en el del rival.
Esto
también puede alterar las rivalidades históricas. Por ejemplo, actualmente
Santiago e Industriales, por tomar la más mediática, van parejos en victorias y
derrotas, y han jugado casi exactamente lo mismo como home club que como
visitadores. Con esta estructura, de aquí a 10 años uno de los dos le puede
sacar a otro una gran (y engañosa) diferencia.
En los
últimos cinco años han sido intermitentes en la postemporada, y esa tendencia
puede mantenerse en la década siguiente. Así las cosas, supongamos que este año
toca jugar en el Latino e Industriales barre, y luego Santiago no clasifica. Ya
son tres victorias más para los Azules, pero al siguiente se juega en Oriente
la fase regular, y clasifican los dos; siguen arrastrándose esas tres primeras.
De
repetirse la situación, en una década pueden ser ya más de 10 juegos jugados
más en un estadio que en otro, y eso altera las estadísticas. A diferencia del
primer aspecto, ahora se trata de un daño menor, está claro, pero es un daño al
fin.
Por eso,
además de los refuerzos por supuesto, preferiría que esta variante durara
solamente un año y se pensara mejor en dos torneos.
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