Por
Lemay Padrón Oliveros
Quiere aparentar que se mueve, pero en realidad no lo hace: la pelota
cubana sigue padeciendo la misma inercia de hace muchos años, sin
verdaderos deseos de hacer innovaciones tendientes a mejorar la calidad
del espectáculo.
Por estos días la Comisión Nacional anda de recorrido por el país
escuchando criterios: lo mismo hicieron el año pasado y el resultado fue
que lejos de mejorar, se incluyó a un equipo 17 en la Serie Nacional.
Según me trasmitieron algunos colegas presentes en estos debates en
varios puntos del país, no era esto lo que se «cocinaba» en este tipo de
encuentros.
Otro año más y la vida sigue igual, como la canción. A estas alturas,
a unos dos meses del inicio del Campeonato, todavía la Comisión
Provincial de La Habana no sabe si estará representada por uno o dos
equipos.
Algunos rumores apuntan incluso a la salida de la Isla de la Juventud
del clásico caribeño, otro craso error. Si de sacar equipos con baja
calidad se trata, son unos cuantos los que sobran, y si es uno solo el
que se quiere eliminar, lo ideal sería volver a fundir Artemisa con
Mayabeque, porque convirtieron un plantel competitivo en dos novenas
ideales para subir el promedio ofensivo.
Claro, las implicaciones son geopolíticas, por la división
administrativa del país, pero ya los dedos nos duelen de tanto
teclearlo: mientras sea la representatividad y no la calidad la que
marque nuestros torneos elite, muy poco mejorará el béisbol cubano.
Para los certámenes participativos hay otros formatos, desde la Liga
de Desarrollo hasta una Nacional que sirva como puente a otro torneo
selectivo, bajo el nombre que sea, pero sin el estigma del regionalismo a
ultranza.
Decenas de propuestas se han elevado a la dirección del béisbol en
Cuba, por una u otra vía, y nada de nada, seguimos viendo la misma
estructura, o peor, con estos insostenibles 17 equipos.
Los eventos internacionales de la última década nos han demostrado
que hemos ido quedando detrás de otros países que jamás soñaron con
pisarnos los talones, y sigo pensando que, más allá de las lógicas
mejorías del mundo entero, eso se debe más a estancamiento propio.
¡Rompamos de una vez la inercia!
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