Por Lemay Padrón Oliveros
Los aires
soplan con fuerza, y no precisamente a favor de los boxeadores, con los cambios
propuestos por la
Asociación Internacional de Boxeo (AIBA) para el ya iniciado
cuatrienio 2012-2016.
Según los
máximos dirigentes del organismo, el objetivo fundamental es que en Río de
Janeiro-2016 estén los mejores pugilistas del mundo, o al menos la mayoría de
ellos, y para eso abrió la posibilidad a los profesionales.
Es una
justa medida, en el sentido de darle participación a todos, como se hace ya en
todos los deportes, pero en el caso del boxeo todo se complica un poco más, por
las enormes diferencias entre una y otra práctica, diferenciadas en su esencia,
pues la prioridad de los aficionados es el hombre, y la de los profesionales es
el espectáculo.
En esta
dicotomía, bastante difícil de imbricar vale decirlo, la AIBA ha intentado llegar a un
punto medio, pero esa mitad no acaba de aparecer, y todas las medidas van más
hacia “profesionalizar” el amateurismo, con la supresión de las camisetas y las
cabeceras, y el nuevo sistema de votación, calcado de la versión rentada.
Coincidimos
en que el actual método para evaluar a los boxeadores es demasiado matemático y
no toma en cuenta el estilo, la agresividad o la potencia del golpeo, pero
sospecho que volver a dejar todo en manos de los jueces nos llevará nuevamente
al tiempo de los despojos.
Por otra
parte, al poner en el mismo saco a todos los pugilistas se obvia la diferencia
en los estilos de ambas modalidades, y también en la preparación y la
motivación (sobre todo en el orden económico para quienes lucran con eso):
-Sobre el
ring el comportamiento de los profesionales es mucho más despiadado con
respecto a sus rivales, y la caballerosidad brilla por su ausencia (sin teque).
-Ellos se
preparan para dos o tres peleas al año y no para afrontar cuatro o cinco en dos
semanas, como ocurriría en una cita estival, aunque el número de asaltos
también se altere.
-Por
último, dudo que muchos de ellos rechacen una bolsa millonaria por obtener la
gloria olímpica, y que sus promotores acepten “prestarlos” si no se les paga
una considerable cifra como seguro, tal como sucede actualmente en los Clásicos
Mundiales de béisbol.
Todo esto
complejizará en demasía la presencia de los mejores sobre el encerado carioca,
y en definitiva ese era el objetivo de las medidas. En Río seguramente no
veremos a púgiles de Samoa o Seychelles (otro golpe a la universalidad de los
Juegos), pero tampoco estarán Manny Pacquiao o Floyd Mayweather Jr. Vivir para
ver.
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