jueves, 20 de septiembre de 2012

El futuro del boxeo olímpico


Por Lemay Padrón Oliveros

Los aires soplan con fuerza, y no precisamente a favor de los boxeadores, con los cambios propuestos por la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA) para el ya iniciado cuatrienio 2012-2016.
Según los máximos dirigentes del organismo, el objetivo fundamental es que en Río de Janeiro-2016 estén los mejores pugilistas del mundo, o al menos la mayoría de ellos, y para eso abrió la posibilidad a los profesionales.
Es una justa medida, en el sentido de darle participación a todos, como se hace ya en todos los deportes, pero en el caso del boxeo todo se complica un poco más, por las enormes diferencias entre una y otra práctica, diferenciadas en su esencia, pues la prioridad de los aficionados es el hombre, y la de los profesionales es el espectáculo.
En esta dicotomía, bastante difícil de imbricar vale decirlo, la AIBA ha intentado llegar a un punto medio, pero esa mitad no acaba de aparecer, y todas las medidas van más hacia “profesionalizar” el amateurismo, con la supresión de las camisetas y las cabeceras, y el nuevo sistema de votación, calcado de la versión rentada.
Coincidimos en que el actual método para evaluar a los boxeadores es demasiado matemático y no toma en cuenta el estilo, la agresividad o la potencia del golpeo, pero sospecho que volver a dejar todo en manos de los jueces nos llevará nuevamente al tiempo de los despojos.
Por otra parte, al poner en el mismo saco a todos los pugilistas se obvia la diferencia en los estilos de ambas modalidades, y también en la preparación y la motivación (sobre todo en el orden económico para quienes lucran con eso):
-Sobre el ring el comportamiento de los profesionales es mucho más despiadado con respecto a sus rivales, y la caballerosidad brilla por su ausencia (sin teque).
-Ellos se preparan para dos o tres peleas al año y no para afrontar cuatro o cinco en dos semanas, como ocurriría en una cita estival, aunque el número de asaltos también se altere.
-Por último, dudo que muchos de ellos rechacen una bolsa millonaria por obtener la gloria olímpica, y que sus promotores acepten “prestarlos” si no se les paga una considerable cifra como seguro, tal como sucede actualmente en los Clásicos Mundiales de béisbol.
Todo esto complejizará en demasía la presencia de los mejores sobre el encerado carioca, y en definitiva ese era el objetivo de las medidas. En Río seguramente no veremos a púgiles de Samoa o Seychelles (otro golpe a la universalidad de los Juegos), pero tampoco estarán Manny Pacquiao o Floyd Mayweather Jr. Vivir para ver.

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