Por
Lemay Padrón Oliveros
Ser una potencia deportiva es el sueño de casi todos los que amamos
con pasión la actividad del músculo, deseosos de ver a Cuba disputando
siempre los primeros puestos, sin importar mucho de qué disciplina o
competición se trate.
Por un tiempo lo conseguimos en los principales conciertos mundiales
del deporte, pero ahora hemos quedado como potencia solamente en nuestra
región geográfica.
La causa es más que conocida, más allá de deserciones, robo de
talentos o como se le llame al éxodo de muchísimas figuras en
prácticamente todas las modalidades, es un tema económico.
La caída del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo
comercial de Estados Unidos nos han privado de intercambios académicos,
fondos para competencias y bases de entrenamiento, y recursos de todo
tipo para fortalecer el deporte en la base.
Gracias al apoyo de naciones como la Unión Soviética, Yugoslavia, la
RDA y los demás miembros del bloque socialista, logramos nuestros
mejores resultados en disciplinas como el fútbol, el polo acuático, el
balonmano y otras, con poca o ninguna historia en la mayor de las
Antillas.
Dejado todo eso atrás, se vino la debacle, y ahora es que realmente
estamos sufriendo los impactos, aunque luchemos a brazo partido por no
renunciar al caro anhelo.
Lo cierto es que para poder competir hoy de tú por tú con el mundo
desarrollado, se necesita un gran respaldo financiero que garantice todo
lo necesario tanto dentro como fuera de casa, porque cada detalle
influye y te puede costar una medalla.
Otro tema es analizar si nos conviene más fortalecer nuestras
potencialidades y olvidar las debilidades para al menos tener un grupo
de deportes en los cuales podamos pugnar por los primeros puestos, pero
eso quedará para otro comentario.
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