Por Lemay Padrón Oliveros
La felicidad no es eterna y de todos los sueños se despierta. Estas verdades de Perogrullo las constaté (una vez más) con la eliminación de Venezuela en las semifinales de la Copa América de fútbol.
Y nótese que hablo de eliminación, no de derrota, porque caer en tiros de penal ante un equipo como Paraguay, asentado en Suramérica luego de no perderse una Copa Mundial desde 1998 y amplio dominador de las eliminatorias más recientes, no puede considerarse un fracaso.
Menos aún cuando los postes fueron los principales responsables de que la Vinotinto no discutiera el título, cuando muchos esperaban que fuera mayoreada por el once paraguayo.
Desgraciadamente la ciudad de Mendoza, la tierra de los mejores vinos de Argentina, no quiso que le disputaran esa gloria y dejó claro que para licores, los producidos allí.
Este excelente resultado del fútbol venezolano para nada es un espejismo, sino la continuidad de un serio trabajo iniciado desde las eliminatorias para el Mundial de Surcorea/Japón-2002, cuando el técnico era el fallecido argentino José Omar “Pato” Pastoriza.
Luego llegó el profesor Richard Páez y la Vinotinto siguió creciendo en personalidad, amor propio y respeto en el área suramericana. Desafortunadamente ese proceso terminó en 2007, y no del todo bien, quizás por la persistencia de Páez de alinear a su hijo, si nos quedamos en la epidermis.
Cualquiera haya sido la razón, el trabajo de Páez fue SUPERMERITORIO, pero más todavía lo fue la posición asumida por la Federación venezolana, que lejos de sentirse ofendida o ultrajada, siguió los pasos del entrenador saliente y colocó a otro capaz de continuar su senda.
Lo que le pueda faltar al ecuánime César Farías en experiencia (asumió con apenas 34 años en 2008) le sobra en humildad para recoger el fruto sembrado por otro y no pretender descubrir el agua tibia; un mal muy extendido por estas tierras, de pasado caudillista.
Futbolistas venezolanos, POR FAVOR, créanse lo que han logrado y las potenciales que poseen para crecer mucho más. Gracias por recordarnos que las utopías no se entregan.
2 comentarios:
No se pongan bravos los paraguayos, pero no se merecían el triunfo.
Tampoco así, empatar también tiene su mérito.
Un paraguayo molesto
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