Cuba llegó a la final de puro milagro. |
No es que les falte responsabilidad, por supuesto que la tienen, empezando por el manager Roger Machado, quien echó por tierra cualquier especialización o dosificación de pitcheo y tampoco aplicó las variantes tácticas adecuadas a cada momento, y terminando por el último de los miembros de la escuadra, hayan estado bien o mal.
Algunos finalizaron con buenos promedios ofensivos, pero eso no quiere decir que hayan sido oportunos y conectado a la hora más necesaria, aunque no niego que se hayan ganado el derecho de integrar el equipo Cuba a otro torneo de mayor nivel. Salvaré con absoluta limpieza solamente al lanzador Yadier Pedroso, aunque algunos consideren que soy demasiado exigente.
Pero entrando en materia, lo que pretendía era no centrar el análisis en lo sucedido en Holanda, sino en lo que sucede en Cuba con nuestro campeonato elite. Evidentemente una cosa es lo que vemos aquí y otra muy diferente el panorama encontrado fuera. Ya no fueron las potencias del béisbol las que nos dominaron sino conjuntos con bastante poco prestigio en esta disciplina.
Por eso insisto en que en nuestra Serie Nacional está la respuesta, y lo estará cada vez más porque habrá menos torneos internacionales. Por ende, pocos fogueos serán tan útiles como los 90 juegos de nuestro certamen doméstico, si es que allí se concentra lo mejor de nuestro béisbol.
Llevamos años siguiendo el esquema de la representatividad territorial y eso es plausible, porque cada provincia merece disfrutar del espectáculo mayor del deporte cubano y verse representada en el mismo, pero no estamos hablando de deporte participativo. Esto es deporte de elite, y como tal allí deben estar lo mejores. Si eso implica que en vez de provincias se confeccionen los planteles respondiendo a territorios más amplios, pues que así sea sin miedo alguno. A la postre es más económico hacer una serie con ocho o 10 equipos y otros tantos en una especie de Liga de Desarrollo que reunir 16 o 18 sin la calidad necesaria y jugando la Liga dos meses antes con similar cantidad de novenas.
De lo contrario es mejor acostumbrarnos a la idea de que no nos importa competir (y perder) internacionalmente.
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