No recuerdo que el anuncio de una preselección cubana de béisbol generara prácticamente ningún comentario sobre tal o más cual pelotero. Lo ocurrido este jueves en el salón de actos del estadio Latinoamericano fue tan telúrico que los análisis puramente beisboleros quedaron postergados ante el anuncio del nuevo técnico de la selección nacional: Roger Machado.
Ha sido
tanta la inercia en las autoridades de la pelota cubana que nadie imaginó un
giro de timón tan brusco como este, y no porque el anterior técnico fuera muy
querido, ni porque el entrante no estuviera capacitado.
La
llegada de Víctor Mesa al frente de la preselección me atrevería a decir que
conllevó una aprobación casi unánime en todo el país, pero poco a poco ese
fervor se fue diluyendo por algunas actitudes censurables del propio técnico, y
porque, quién sabe por qué, le echaban la culpa de todo lo mal hecho: si se
jugaba de día, era por Víctor Mesa, si no había conferencia de prensa, era por
Víctor Mesa, si un árbitro se equivocaba, era por Víctor Mesa, en fin, que
siempre pagaba el totí, como dice el refrán popular.
Por
primera vez parecía que se hacía lo correcto al nombrar a un técnico por un
periodo de tiempo considerable, para que pudiera trabajar a fondo, pero la
excelente idea, en teoría, fracasó por varios motivos. En primer lugar, porque
no se puede hablar de trabajo continuado cuando de año a año hay demasiadas
caras nuevas en las preselecciones (sin que esto sea malo), y en segundo lugar
porque desmotiva al resto de los técnicos. El propio Roger se alejó durante un
año porque sintió que araba en el mar, y todavía resuenan los ecos de las duras
confesiones de Alfonso Urquiola.
Si algo
positivo tiene este cambio es fundamentalmente que nos deja claro que nadie es
intocable, y que se están tratando de sepultar métodos anquilosados y
filosofías del Pleistoceno. Luego de un paso como este, cómo no pensar en
aplicar a rajatabla y sin miramientos el reglamento, o de una vez sentar a
todos los árbitros y exigirles que la zona de strike sea la misma, o velar
porque bates, estadios y pelotas sean completamente legales y medidos con la
misma vara.
Volveremos
para hablar de los peloteros, no se preocupen.
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