Por Lemay Padrón Oliveros
Seguramente casi nadie cree que el equipo femenino cubano puede ser capaz de obtener su boleto al Campeonato Mundial sub-20 en el torneo clasificatorio que tiene lugar en Panamá.
Yo tampoco lo creo, pero siempre he defendido el derecho de cada deporte de tener su oportunidad, e ir ganando en experiencia poco a poco. Al fútbol lo ayuda el programa Gol de la FIFA, y por eso la participación en estos certámenes no es una carga económica para el Estado cubano, otro punto a favor de la presencia en suelo panameño.En el estadio Rommel Fernández lo más lógico es intentar alguna victoria, no ya la clasificación, porque las rivales tienen mucho más camino recorrido en este difícil deporte, barato ciertamente para practicarlo en los niveles elementales, pero muy caro si se trata de insertarse en la elite mundial.
Este viernes las cubanitas se las verán con el combinado de la nación sede en el marco del grupo 2, pero no es aquí donde en mi opinión recogerán su mejor resultado, sino ante Guatemala el día 6, cuando ya ninguno de esos dos onces debe tener opciones de seguir en competencia.
Antes las nuestras se las verán con Estados Unidos, pero esto es harina de otro costal, pues las norteñas están entre las principales favoritas para obtener uno de los tres boletos que otorga la lid al certamen del orbe de Uzbekistán, del 18 de agosto al 9 de septiembre próximos.
Sin nada que perder, cubanas y guatemaltecas batallarán por el orgullo y ahí pudiera verse la mejor cara de las discípulas de José Luis Elejalde, quien ya estuvo en 2008 y 2010 en trajines similares, en ambos casos sin poder marcar en el casillero de victorias.
Cualquiera que eche un vistazo a lo realizado por las chicas en las ediciones precedentes se dará cuenta de la progresión experimentada, y esa añorada sonrisa contra las chapinas, quienes las derrotaron hace dos años estrechamente (2-1), puede ser un buen espaldarazo.
Soñar no cuesta nada, pero es preferible hacerlo con los pies sobre la tierra y pedir lo posible, porque después de todo ya no estamos en la década de los 60 del pasado siglo, cuando nada parecía imposible.