Probablemente nunca hubiera
llegado a campeón mundial, pero eso nunca lo sabremos. Fue víctima de una de
las mayores injusticias cometidas en el sistema penal de Estados Unidos, y por
eso Rubin "Huracán" Carter no pudo nunca
llegar al tope de sus potencialidades en el boxeo.
Solamente una personalidad fuerte y en
espíritu indomable lo mantuvieron física y mentalmente estable durante los
duros 20 años sufridos en la cárcel por un crimen que no cometió.
Nacido el 6 de mayo de 1937 en Paterson, Nueva Jersey, Carter llevaba una prometedora carrera boxística entre 1961 y 1966 en los pesos
medianos, pero la injusticia le tendió una trampa.
Acababa de derrotar al ex y futuro campeón
del mundo del peso medio, Emile Griffith, y al futuro campeón mundial del
pesado, Jimmy Ellis, cuando fue acusado por tres asesinatos ocurridos en junio
de 1966, en Paterson.
Parecía que Rubin Carter estaba ya listo
para reformarse completamente, pero como premio recibió nada menos que
tres cadenas perpetuas. Sus 19 nocauts
en 27 peleas, le habían valido el apodo de "Huracán”, pero no pasó
de ser una promesa.
Su condición de negro pesó mucho más que
cualquier alegato de inocencia, como reconocieron al liberarlo, y él mismo
espetó ante la opinión pública a mediados de la década de 1970:
“No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy
en la cárcel porque soy un negro en Estados Unidos de América, donde quienes
ostentan poder sólo permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal.”
Además, su pasado fue usado en su contra,
porque recién cumplidos los 14 años fue imputado por asalto y robo y
enviado a un reformatorio, aunque Carter declaró que defendió con una navaja a
un amigo del cual intentó abusar un pedófilo.
Escapó del
reformatorio en 1954 y se alistó en el ejército, del cual
desertó dos años más tarde, y como consecuencia fue nuevamente arrestado y
condenado a nueve meses de prisión, de los cuales cumplió cinco en la prisión
de Annandale.
Tras ser puesto
en libertad, cometió varios asaltos, entre ellos el robo a una mujer negra. De
esto último se declaró culpable y fue nuevamente encarcelado hasta septiembre
de 1961, en la prisión de máxima seguridad
estatal de East Jersey.
Al salir de la
penitenciaría inició su prometedora carrera en el boxeo, hasta que fue
interrumpida estrepitosamente por el arresto de 1966, seguido de un juicio
lleno de irregularidades y prejuicios raciales por un jurado formado por
blancos, basándose en el testimonio de dos ladrones que luego se retractaron.
Tanto Carter
como su amigo, John Artis, negaron
en todo momento su implicación en los asesinatos; pasaron sin
problemas un detector de mentiras y los testigos no les reconocieron como los
autores, pero igualmente fueron condenados.
En 1976 se les
celebró un segundo juicio, pero Carter y Artis fueron condenados de nuevo a
pesar de que el principal testigo
de la acusación era un conocido delincuente que en dos
ocasiones había cambiado su historia.
Él mismo desistió de la lucha legal cuando
se encontró indefenso ante un sistema penal que hizo oídos sordos de los
reclamos de miles de manifestantes, entre ellos un tipo llamado Muhammad Ali,
quienes entonaron por las calles estadounidenses una canción protesta que Bob
Dylan escribió en 1975 (Hurricane), y luego
fue convertida en himno.
“No poder ayudarlo me hizo sentir
avergonzado de vivir/En una tierra donde la justicia es un juego./Ahora los
criminales usan abrigos y corbatas/Y son libres de beber martinis y ver salir
el sol.”, reza una parte de la letra.
Denzel Washington le dio vida en el cine en una memorable cinta de 1999,
basada en su autobiografía “The 16th Round”,
escrita en 1974. Recordemos que hasta
inicios de los años 80 las peleas por títulos mundiales eran a 15 asaltos.
Leyendo este libro un adolescente
afroamericano canadiense tomó conciencia del caso, y apoyado por los
abogados Leon Friedman y Myron Beldock, inició
nuevamente la lucha hasta sacarlo de prisión, de donde no salió sino hasta
1985, luego de casi dos décadas exactas tras las rejas.
Tras recibir el
apoyo de importantes líderes de la comunidad negra y artistas, el 7 de
noviembre de 1985 se le dio la oportunidad de presentar
nuevas pruebas para demostrar su inocencia.
Durante el nuevo
juicio de apelación, se reconocieron claros elementos de racismo durante el
proceso penal, y se comprobó además que hubo corrupción de la policía,
declaraciones bajo coacción y pruebas falseadas.
En 1988 la fiscalía de Nueva Jersey retiró
los cargos en su contra, y entonces “El huracán” recibió de la Federación Internacional
de Boxeo el cinturón de campeón de peso welter, único boxeador con este título
sin haberlo conseguido sobre el ring.
Por supuesto, una vez fuera dedicó su vida a
combatir las injusticias que él vivió, y desde 1993 hasta 2005 presidió la Asociación para la Defensa de los Condenados
Injustamente (ADWC, siglas en inglés), creada por él mismo, y que ha
solucionado decenas de casos semejantes al suyo.
"Sigue luchando, da igual cuál sea el
obstáculo, porque la vida es una carrera de obstáculos que tienes que correr;
el odio me llevó a la cárcel, pero el amor me sacó de ella", decía a
menudo.
Dio charlas por todo el mundo, obtuvo dos
doctorados honoríficos en leyes, por una universidad canadiense y otra
australiana, y se radicó en Toronto, Canadá, porque le daba vergüenza su propio
país.
En 2011, al
mismo tiempo que fue diagnosticado de cáncer terminal de próstata, Carter
escribió otra autobiografía, Eye of
the Hurricane: My Path from Darkness to Freedom (El ojo del huracán: mi paso de
la oscuridad a la libertad), prologada por Nelson Mandela.
Fue en Toronto donde falleció el
pasado domingo, a los 76 años de edad, víctima del cáncer de próstata.
Quizás su destino no estaba entre las 12 cuerdas, donde mostraba una pegada legendaria, sino como un icono en la lucha por
los derechos sociales, pero nadie le preguntó, y probablemente hubiera optado
por lo primero, aunque lo segundo lo hizo célebre.
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