El Superclásico terminó a favor del Barcelona. Muy bueno para el espectáculo, además del partido en sí, pero malo para el fútbol por la mala imagen dejada por los árbitros, que tuvieron varias imprecisiones.
No quiero malinterpretaciones, los catalanes hicieron de nuevo su
juego, incluyendo un tiqui taca de espanto en la anotación del segundo
gol, pero una vez más contaron con ayuda del más allá.
Es verdad que el penal sobre Cristiano Ronaldo fue fuera del
área, pero el otro, además de ser discutible porque Neymar lo buscó,
partió de un fuera de juego del brasileño. Aparentemente se emparejó
todo, pero nada más lejos de la verdad, porque la segunda jugada dejó al
Madrid en inferioridad numérica, y esto cambió todo el partido, porque
fue todo blaugrana de ahí en adelante.
El brasileño volvió a jugar bien pese a ser el más discutido en
la alineación catalana y le ganó el pulso ampliamente al galés Gareth
Bale, y del duelo Messi-Cristiano ni hablar, el portugués estuvo perdido
en todo el choque. Benzema marcó par de veces, pero también falló otras
tantas, que quizás en las botas del luso hubieran finalizado en el
fondo de la red.
Volviendo al arbitraje, no entiendo como un clásico, que se juega
con alma y corazón, termina con seis tarjetas para un bando (incluida
una roja directa) y solo dos para el otro, y una fue para castigar
también a un merengue. Muchas fueron las quejas de Cristiano y Di María,
lo mejor del Madrid, por el juego brusco del Barcelona, pero la campaña
mediática de los medios catalanes otra vez surtió efecto, y Undiano
Mallenco nada más tenía ojos para ver las patadas de los vestidos de
blanco, que no fueron pocas, como siempre.
Ni siquiera sancionó la cargada de Mascherano sobre el portugués,
segunda en cuestión de minutos, y esto me dejó claro que no había
imparcialidad. Sumando esto al penalti dejado de marcar por este mismo
árbitro sobre el luso en el duelo de ida, supongo que la alta directiva
de la Casa Blanca del fútbol pedirá que no pite más un clásico.
Dejamos a los silbantes y volvemos al juego, que fue quizás el
más emotivo de los últimos años, con un primer tiempo brillante en casi
todos los sentidos. Desde los banquillos salió ganando el Tata Martino,
primero porque vio premiada su teoría de poner más retrasado a Messi, y
luego porque le salió muy bien la apuesta por Neymar, en una titularidad
que muchos vieron condicionada por el marketing, pero el brasileño no
lo hizo quedar mal.
Del lado merengue, mucho corre corre detrás de la pelota, pero
poco fútbol más allá de Di María. Bale volvió a desentonar, queriendo
entrar con balón y todo dentro de la portería rival, y Ancelotti quizás
debió sacarlo a él en lugar de a Benzema, que se comió par de buenas,
pero era el más peligroso del Madrid. Lo cierto es que, por una cosa o
por otra, el Real Madrid sigue sin ganarle a un grande este año.
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