Al fin acabaron las angustias para los fanáticos azules en esta temporada. Todavía les resta para concluir el calendario regular, pero es apenas un trámite, ya se acabaron las remotísimas esperanzas de llegar a la postemporada.
Apoyados
en su respetable ofensiva y aceptable defensa, sus seguidores confiaban en
volver a optar por el título de la pelota cubana, pero ni la primera funcionó
adecuadamente todo el tiempo, ni la segunda estuvo acertada en la primera
mitad, y solamente el pitcheo estuvo como se esperaba: desastroso.
Aferrados
al brazo de Odrisamer Despaigne los capitalinos lograron mantenerse con vida en
esta segunda mitad, pues ni Frank Montieth ni Antonio Baró pudieron aportar lo
suficiente en los últimos 45 juegos, pero no aparece un complemento fiable para
este abridor, y cuando se ha esbozado en las últimas campañas, ha decidido
anclar lejos de La Habana.
El propio
Baró parecía la nueva perla del seleccionado añil, pero tiene que trabajar
muchísimo en su control para poder sacarle dividendos a sus innegables
condiciones naturales.
Esto es en
el apartado de los abridores; el pitcheo de segunda línea sencillamente no
existe, y si no es por los refuerzos ni siquiera las matemáticas hubieran
mantenido con vida a los citadinos hasta la última subserie.
Se
pudiera pensar que el pasaporte a los play offs se perdió ante Villa Clara
o Ciego de Ávila, y esto no es descabellado, pero debemos ir un poco más atrás,
a esos partidos que se iban ganando en el octavo inning y se perdieron, o
aquellos famosos de las grandes ventajas (contra Pinar en la primera vuelta y
contra Cienfuegos en la segunda) dilapidadas en el último tercio.
Otros
pudieran apuntar a la incertidumbre en los inicios sobre la permanencia o no de
Metropolitanos y el consecuente desajuste a la hora de conformar a
Industriales, pero lo cierto es que el equipo estaba consciente de las
dificultades de su bullpen y estaba en la obligación de hacer funcionar como un
reloj su ofensiva y su defensa.
Eso
sucedió solamente a ratos, y no se le puede echar la culpa a Lázaro Vargas,
aunque hayan sido cuestionables puntualmente algunos manejos de lanzadores,
movimientos en la alineación y hasta mantenimiento de bateadores claramente en slump.
Sencillamente, así no se puede ganar.
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