Kaput. Se acabó un ciclo. El portugués José Mourinho se marcha de Madrid, y a deferencia de sus escaladas anteriores, lo hace por la puerta de atrás, con el peor balance de gestión, tanto dentro como fuera del campo.
Jamás en la trayectoria anterior del de
Setúbal en los banquillos había saldado su estancia en un equipo con un balance
peor: tres títulos de 11 posibles, sin dudas la peor versión de Mou, acostumbrado a silenciar a los
enemigos con trofeos.
Tal parece que la capital ibérica lo
cambió, porque en otros equipos nunca criticó a sus jugadores en público, no
dudaba en utilizar siempre a los mejores futbolistas disponibles, ni recibía
críticas de los capitanes por los diferentes planteamientos de juego; al final
terminó divorciado también con las tribunas.
Según la fama que precedía al DT, siempre
se marchaba de los clubes dejando grandes amistades, pero ahora terminó enfrentado
con buena parte de su propio vestuario y de los empleados del club merengue.
El último dislate de Mou fue hacerse
expulsar en la final de la Copa
del Rey. Y digo hacerse expulsar porque toda su energía la tenía guardada para
discutir con los árbitros y no para corregir el juego de sus pupilos. Luego se
va a los vestuarios y deja que Karanka cometa el superlativo error de realizar
los tres cambios a la misma vez. No habré visto mucho fútbol, pero sumando
todas las horas ya voy por algunos meses desde que Maradona me enamoró de este
juego en 1986, y jamás he visto a ningún técnico obrar así, porque una lesión
te puede acabar con el juego, más aún si estamos hablando de prórroga. Si fue
indicación de Mourinho, mala de él, y si no dejó nada indicado, mala de él
también, porque ni siquiera se quedó en los palcos bajos para ayudar a su
segundo. De manera contrastante, el vilipendiado Pepe sí estaba cerca de los
suyos, a pesar de que no estaba en la lista de convocados.
Ahora bien, en el fracaso de la gestión no
puede dejarse fuera bajo ningún concepto al presidente del club, Florentino Pérez, quien le dio el
control absoluto (incluso la cabeza de Jorge Valdano) y le arropó en todas sus
batallas, defendiéndolo a capa y espada. El mismo hombre que acabó con el ciclo
reciente más exitoso del Madrid ahora provoca un gran cisma en la familia
blanca.
Por otra parte, no todo son manchas en la
gestión del luso, pues indiscutiblemente logró frenar el imperio del Barcelona,
a quienes les arrebató una Copa del Rey, la Liga de los récords y la Supercopa de España,
además de ganarle en los últimos enfrentamientos bilaterales, incluida la
semifinal de la última Copa del Rey. Tampoco llegar tres años seguidos a
semifinales de Liga de Campeones era común en la plantilla blanca antes de su
llegada.
Desde el punto de vista táctico, aunque
apostó en demasía al contragolpe en detrimento de hacer juego, un sello de
identidad del Madrid de todos los tiempos, se las ingenió para crear espacios y
ocasiones, además de encontrar casi siempre la variante adecuada para
contrarrestar a un rival.
No
obstante, pesaron más los errores, y la sequía de títulos colmó la paciencia de
la directiva, que como único consuelo tendrá el ahorrarse la compensación económica
(nada despreciable de 20 millones de euros) por la salida adelantada de Mou.
La reconstrucción no será nada fácil, pero era inevitable.
La reconstrucción no será nada fácil, pero era inevitable.
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