sábado, 16 de marzo de 2013

La mentalidad de Víctor Mesa hace falta


Por Lemay Padrón Oliveros

Sé que muchos lo culpan por la derrota en Japón, pero decir eso sería quedarse en la epidermis, en lo más alto de la pirámide, y olvidar todo lo que se hace mal desde allá arriba hasta los cimientos.
Lo que pedía Víctor Mesa lo necesita el béisbol cubano: explotar al máximo todas las posibilidades de anotar carreras, funcionar como una maquinaria defensivamente, y pensar tácticamente sobre la lomita de los suspiros.
Todo eso falla en todas las categorías, en mayor o menor medida, y no basta con que nos empecinemos en poner a tocar, robar o batear por detrás del corredor a alguien que casi nunca lo hace.
Pero lo más lamentable sería que por cargar contra el emisario nos olvidemos del mensaje, y ese está ahí bien claro y contundente como el Capitolio: hay que arreglar el edificio desde sus cimientos, y para eso debe haber muchos Víctor Mesa en las categorías inferiores, no para formar berrinches y regañar a los peloteros, de esos ojalá solamente haya uno, pero sí para exigir hasta la saciedad que las cosas (todas) se hagan bien.
La falta de rigor en edades tempranas y en la propia Serie Nacional se paga luego en las competencias internacionales, y esto no cuesta millones, sino sacrificio y consagración. Para no arreglar los terrenos, las condiciones de vida de los peloteros y los estadios, poner los implementos al alcance de todos y hasta mandar jugadores a otras Ligas pueden surgir justificaciones económicas, pero no para esto, que se resuelve con un poco de estímulo a la labor de quienes trabajan en el béisbol desde la base.
De nada vale cambiar la estructura de nuestro principal torneo si las mentalidades siguen siendo igual, igual para abusar del toque de bola, igual para poner a un pitcher lo mismo a abrir que a relevar, o igual para soslayar a quienes lo hacen bien y potenciar a los “míos”.
De Víctor me quedo con su celo porque todo se haga a la perfección, y sobre todo porque logró cambiar algunas mentalidades al más alto nivel en cuanto a la necesidad de llamar a quien rinda o foguearnos con los mejores, aunque haya sido mínimamente. Sería terrible para el béisbol cubano que por haber perdido olvidemos las cosas positivas que a la larga pueden rescatar nuestra pelota.

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