Por
Lemay Padrón Oliveros
La confesión fue insólita: El mejor nadador (y deportista olímpico)
del mundo, el apodado «El Tiburón», el que parece tener aletas en vez de
brazos, el excepcional Michael Phelps, no conoce el mar.
Es increíble, pero cierto: el orgullo de Baltimore ha nadado tantos
kilómetros como para darle varias vueltas al planeta (nadaba 80
kilómetros cada semana), pero nunca se ha zambullido en el agua salada.
Me quedé atónito cuando leí sus palabras hace unas horas, salidas de
alguien procedente de un país con casi 20 mil kilómetros de costas, y
costas para todos los gustos.
Algunos explican el hecho en que de niño le tenía pánico al agua y
era inquieto, torpe y distraído, pero detrás hay algo más, y todos lo
deben reconocer por una cuestión mínima de respeto. Además de remediar
su grave problema de concentración al volcarse de lleno en las piscinas,
Phelps selló un pacto silencioso de sacrificio y en los siguientes
lustros debió dejar de lado miles de satisfacciones para ser el grande
que es.
Sin dudas, es un talento natural quizás insuperable, pero nadie dude
que detrás de cada presea hay años de entrenamiento y «caprichos»
dejados de lado, entre ellos bañarse en una playa, aunque siempre haya
personas que miren por encima del hombro al muchachón fanático del rap.
Hasta la novia debió esconder para evitar acosos innecesarios, y en su
país es bien difícil ocultar algo así.
Tantos años de privaciones debían cobrar su precio, y por eso desde
meses atrás «La Bala» había dicho que diría adiós definitivamente a la
alta competición después de Londres-2012, aunque con 27 abriles en sus
costillas, todavía podía batallar en Río de Janeiro-2016.
De todas maneras, cuando vire atrás su cabeza, puede sentirse
confiado, el resto del mundo viene detrás, muy detrás de él, y quizás
décadas después de ser polvo o cenizas, todavía nadie pueda acercársele.
Ahora tiene tiempo para llenarse el cuerpo de sal, o ponerse a
surfear si le viene en ganas, después de todo, este sueño sí es bien
accesible para la gran mayoría de los mortales.
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