Buena
parte de Cuba estuvo pendiente del encuentro entre Indios de Mayagüez y
Navegantes de Magallanes para saber si en definitiva Villa Clara avanzaba a semifinales
de la Serie del
Caribe, pero al final los puertorriqueños se llevaron el boleto ante unos
venezolanos que hicieron bien poco por la victoria.
Hubiera
sido lindo ver a la tropa naranja luchando en semifinales, pero a la vez
peligroso, porque es irreal que estuviera entre los cuatro mejores equipos del
torneo.
Lo
lamento de verdad por los campeones de Cuba, pero no mostraron la calidad
necesaria como para avanzar a la segunda fase, y a la pelota cubana le hubiera
hecho más daño que beneficio verlos llegar a trompicones a la semifinal.
Como
mismo me parece que el segundo lugar de Cuba en el I Clásico Mundial nos hizo
más mal que bien a la larga, al tapar el bosque de ineficiencias con el árbol
de la heroicidad hecha por ese plantel, ahora se nos hubiera nublado la vista
si Villa Clara se colaba en semifinales de la Serie del Caribe, y quién sabe si un poco más
allá, porque en un partido podía pasar cualquier cosa.
La
realidad, querámoslo o no, es que no estamos a ese nivel. Se han hecho las
cosas mal por años desde la base hasta la cúspide de la pirámide, desde los
niños que no tienen los implementos necesarios para jugar todo el año en todos
los rincones del país, hasta las Series Provinciales que se recortan por falta
de pelotas, o las Nacionales donde los errores mentales campean por su respeto.
Claro que
tenemos el material para trabajar y ser nuevamente los reyes del Caribe, pero
se necesitan los cambios que a gritos hemos pedido población y periodistas
desde hace ya unos cuantos años.
No se
concibe que los peloteros lleguen a las Series Nacionales, e incluso al equipo
Cuba, con deficiencias técnicas contenidas en el ABC de la pelota, o que los
mentores manejen el pitcheo sin estrategia ni roles definidos, o que los
campeonatos de las categorías inferiores se celebren en 15 días. Jugando
constantemente es como todo el mundo interiorizará qué hacer en cada momento de
un partido.
Sí,
hubiera sido lindo ver a Villa Clara todavía con vida, pero al menos a mí me
gusta ver mis defectos ante el espejo para poderlos remediar, en vez de
autocomplacerme con la idílica imagen que me puede regalar un espejismo.
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