Río de Janeiro.- ¡El campeón volvió!, era el grito sordo de las tribunas del mítico Maracaná en medio de la final de la Copa Confederaciones, cuando Brasil daba un baile de fútbol a la multilaureada España.
Los jugadores ibéricos, que fueron sometidos a una guerra sicológica
fuera del campo luego de haber denunciado un robo en un hotel de Recife, no
encontraron nunca la manera de frenar a un inspirado Brasil.
La falsa acusación de haber festejado con prostitutas el acceso a la
segunda ronda fue nada en comparación con la lección aprendida en Río de
Janeiro, donde volvieron a quedarse sin el único título que les falta como
selección.
Siete Mundiales marca la historia en América, y en ninguno de ellos un
equipo europeo fue capaz de ser campeón; a esto pueden sumarse ya dos
Confederaciones, con el mismo saldo.
No obstante, los españoles se marcharon de Brasil con algunos hitos,
como el de llevar la racha de partidos oficiales invictos hasta 29, o dejar a Vicente
del Bosque como el técnico que más partidos ha dirigido en la historia de la
competición (10).
Igualmente, protagonizaron la victoria más amplia en este tipo de lides,
con el 10-0 que le endosaron a la débil Tahití, pero todo esto se queda corto
ante el gran reto, que era levantar la
Copa.
Por su parte, Brasil también sumó números importantes, como los de más
partidos seguidos marcando (13), más victorias consecutivas (12) y más encuentros
seguidos sin perder (13), rachas todas vigentes y que podrán seguir siendo
incrementadas en la próxima edición.
Casualmente, todo esto se da en la única ocasión en que los auriverdes
no toman parte en el certamen por méritos propios (campeón mundial o de
América), sino apenas por ser los organizadores.
Bajo el mando de Luiz Felipe Scolari la Canarinha se encontró
con su mejor versión, guiada dentro del campo por un Neymar da Silva en estado
de gracia, y que llega con el ego bien alto a intentar refrendar su calidad en
Europa.
En general todo el plantel brasileño brilló, pero si alguien merece
mención especial es el portero Julio Cesar, quien luego de casi tres años de
haber pasado de la gloria al olvido recupera su estado óptimo y vuelve a ser
decisivo.
Paralelamente fue un éxito la utilización del pasaporte biológico por
primera vez en la historia para detectar posibles dopajes (no se reportó ningún
positivo), y el uso de la tecnología del gol, con aplicación parcial solamente
en el choque por el tercer puesto.
LA MEJOR, PERO…
Antes de celebrarse los dos
últimos juegos, ya el suizo Joseph Blatter, presidente de la Federación
Internacional de Fútbol (FIFA) había calificado a esta
edición brasileña como la mejor celebrada hasta el momento.
Ciertamente el evento tuvo bastante brillantez pese a ser opacado
parcialmente por las protestas populares, las cuales llevaron a algunos a decir
que en vez de la Copa
de las Confederaciones, estábamos en presencia de la Copa de las Manifestaciones.
Pero a la FIFA
lo que más le importa es lo que sucede dentro de los estadios, y en este
sentido todavía hay varias cosas por mejorar de cara al Mundial de Brasil-2014.
En primer lugar
se señalaron problemas de transporte, y no sólo para llegar a los estadios
(transbordos de buses y metro), pues hubo aglomeramientos en algunas terminales
aéreas.
También fue criticada la
insuficiente tecnología de comunicación celular 4G, que debía haber
funcionado perfectamente ya y no estuvo como se esperaba, según especialistas.
Igualmente hubo
problemas puntuales con el alojamiento en algunas sedes, e incluso algunos hoteles llegaron a duplicar sus
tarifas para aprovechar la situación.
Todas estas dificultades son lógicas y hasta esperadas en un evento que
sirve como prueba, pero para el próximo año, con seis estadios más en
explotación, el Comité Organizador debe apretar las clavijas.
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