Río de Janeiro.- En un país extremadamente religioso y además supersticioso, los sucesos que rodearon la preparación de Brasil para la final de la Copa Confederaciones no brindaba muy buenos augurios.
En primer lugar, el rival era el mejor equipo
del mundo en los últimos años, que llegaba al tope con una racha invicta de 29
encuentros y motivado por obtener el único título que falta a su impresionante
palmarés.
Además, se jugaba en el Maracaná, donde
Brasil recibió la mayor decepción de su historia futbolística, y donde no
jugaba por un título desde hacía más de 20 años.
Para preparar el
pleito, el combinado auriverde entrenó en el campo del Vasco da Gama, el
'eterno subcampeón', algo que a los más supersticiosos no agradó, sobre todo
después que un gato negro invadió el campo en plena práctica.
Sin embargo, nada de eso valió a la hora
cero, y los anfitriones literalmente aplastaron a los europeos, algo que para
el técnico Luis Felipe Scolari tuvo poco que ver con la casualidad.
La mano del DT es evidente en este grupo,
que hasta hace apenas unos meses se venía faltó de la madurez necesaria para
enfrentar una Copa Confederaciones, y menos aún un Mundial.
El preparador anterior, Mano Menezes, no
acababa de encontrar el equipo necesario para afrontar las competiciones con el
favoritismo con el cual desembarca Brasil en cualquier geografía.
Felipao chocó con eso cuando asumió el
timonel del equipo, pero como sucedió en 2001, cuando no paró hasta dejarlos
campeones en Surcorea/Japón-2002, ahora hizo los ajustes necesarios para dar el
balance adecuado a su nómina.
De la mano de un Neymar completamente
inspirado ante su público, de un Fred convertido en un depredador del área y de un Julio Cesar renacido tras ,más de dos años para el olvido, la Canarinha pasó por
encima de todos sus rivales.
Solamente Uruguay logró complicarle la
madeja, pero en definitiva no llegó la sangre al río y Felipao festejó.
En ese encuentro también funcionaron las cábalas
a favor de los de casa, porque se trataba del encuentro número 13 de la
competición, en el año 2013, pero el adiestrador estaba convencido del triunfo.
No teníamos como perder hoy (en
semifinales), ¿saben por qué? Porque era el día de (Mario) Zagallo. Hubiera
sido en tiempo extra o en penales, pero seguro ganábamos.
Felipao se refería a que el 13 era el número
utilizado en su época de jugador por Zagallo, considerado el talismán del
conjunto suramericano porque estuvo presente de alguna manera en cuatro de las
cinco coronaciones del plantel.
En fin, ni gatos negros, ni maldiciones
sobre clubes, ni números fatídicos, nada pudo contra Brasil, que vuelve a soñar
con ser campeón del mundo.
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