Muchas veces se dice, y con toda razón, que la afición es le décimo jugador en un desafío de béisbol. Sin embargo, esta vez no quiero referirme a quienes apoyan a sus planteles más allá de las cercas y muros, sino de quienes lo hacen dentro de los límites del terreno, aunque en zona foul.
Para eso
me apoyaré sobre todo en lo visto con el equipo de Ciego de Ávila, el justo
campeón de la Serie Nacional
51.
Isaac fue una bujía con Ciego. |
Muchos lo
recordamos en su eléctrico paso por la selección nacional en los Juegos
Panamericanos de Winnipeg-1999, pero su labor diaria en estas dos décadas es
digna de muchísimo mérito.
Más aún
que alguien con su trayectoria, supuestamente agotado de tanto bregar, se
mantenga los nueve innings de pie al frente de su banco dando indicaciones al
toletero de ocasión.
Pero
Isaac no es la excepción en estos Tigres de raza: Nada más concluido su
diagnóstico en el Hospital provincial luego de lesionarse en un corrido hacia
primera, el capitán Mayito Vega exigió regresar al José Ramón Cepero, y no para
sentarse en las gradas, sino para acompañar a Isaac y al mentor Roger Machado a
la cabeza de un banco que jamás dejó de animar a los suyos.
Mención
especial también para Vladimir García, que sin creerse la estrella del equipo
ni mucho menos animaba a sus compatriotas como uno más, cuando no estaba sobre
el montículo brindando clases de pitcheo.
Claro, no
es algo exclusivo de los Tigres pero tampoco del todo natural en todas las
novenas, y por eso me parece justo mencionarlos porque a la postre solamente
aparecen en la foto colectiva de los campeones.
Son los
poquitos que apuntábamos desde la serie contra Las Tunas, capaces de ganar
juegos de pelota aunque no vayan a las estadísticas ni ensucien el uniforme. Es
ese décimo jugador que parece decirle a los otros nueve: tranquilos, que esto
es nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario