sábado, 16 de noviembre de 2013

Entrevistas

Por Lemay Padrón Oliveros

Sin querer un amigo me propuso este tema para sacarlo a la luz pública: el de las entrevistas en el deporte cubano.
Le explicaba que en sentido general los deportistas cubanos están entre los menos preparados para dar entrevistas, sin importar el deporte que sea, sencillamente porque no se les educa desde edades tempranas para eso, ni se les asesora cuando llegan a la madurez.
Los atletas profesionales no lo son solamente en el terreno, sus clubes los preparan en todos los sentidos, desde cómo coger un tenedor hasta como dirigirse ante la prensa, y eso es algo digno de imitar. Sucede en ese medio y sucederá aquí también aunque tomemos la práctica, que algunos no tienen remedio, pero la gran mayoría adquiere la habilidad para soportar el asedio de la prensa, que no es poco en el más alto nivel.
Cuba es probablemente el país donde más fácil se puede entrevistar a un deportista de elite, porque son muy escasos los nombres de quienes no acceden a conversar con uno, y no me refiero solamente a los que normalmente tienen roce con el periodista en cuestión. Yo mismo he improvisado entrevistas con atletas con los cuales nunca he cruzado una palabra, y no me puedo quejar del resultado, la verdad.
En otras geografías llegar a un Usain Bolt, LeBron James o Cristiano Ronaldo es prácticamente imposible para un periodista común, y casi siempre pasa por algún compromiso comercial.
Volviendo a Cuba, en los dos últimos años se ha ganado bastante en cultura en este sentido con la implantación de las conferencias de prensa en la postemporada de la pelota, pero todavía hay que hacer mucho más.
Que alguien haga una pregunta aparentemente tonta, o incómoda para un mentor, no es justificación para emprenderla con el periodista, o peor, para no dar información. Eso para no hablar de directivos que le temen a todo y no ofrecen opiniones para no buscarse problemas, y esto último está bastante generalizado fuera de la esfera deportiva.
Es derecho de cada cual conversar con quien quiera, pero al menos yo, con casi dos décadas de práctica profesional, noto cuando una negativa pasa por una coyuntura emocional, o es simplemente altanería del interpelado.
Aquí en Cuba es casi imposible que el perdedor de un juego o un combate dé una declaración luego de ser derrotado, y uno ya se acostumbra y ni siquiera se le acerca. No es lo normal tampoco en el resto del mundo, pero se entiende.
Están los que nunca quieren hablar, y están los otros, que buscan a la prensa cuando les conviene enviar un mensaje. Las reglas del periodismo te exigen que siempre estés dispuesto a escuchar a quien te quiera dar una declaración, pero a veces uno tiene ganas de regresar a casa mejor con la opinión del barrendero o del vendedor de maní antes de sentirse utilizado de esa manera.
En fin, aquí hay tela por donde cortar, pero como a nosotros nos pagan por preguntar, seguimos preguntando o nos cambiamos de profesión. Peor es ponerle la cruz a la fuente, porque entonces dejaríamos se hacer bien nuestro trabajo.
Ya ves amigo mío, hay de todo en la viña del señor, pero una cosa sí te digo, prefiero seguir con mis “incultos” entrevistando hasta en la cola del pan, y no pierdo las esperanzas de que en el futuro la media sea la del entrevistado correcto, educado, respetuoso y con las habilidades para poder decir todo lo que siente o piensa.

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