El Cosmos de Nueva York no es un gran equipo, ni siquiera en Estados Unidos, pero sí cuenta con un gran jugador, el español Raúl González Blanco, por quien valió la pena repletar el estadio Pedro Marrero a pesar de la lluvia.
Aunque
sus mejores tiempos pasaron hace rato, el exfutbolista del Real Madrid regala
clase en cada toque, ya sea como goleador -su especialidad-, como en el centro
del campo, donde se le vio más frecuentemente en la segunda mitad.
La fiebre
existente en Cuba por el fútbol, y la necesidad de disfrutar en vivo de algún
ídolo, aunque no esté en su esplendor, movió a una multitud para ver de cerca
al Ángel del Madrid y a Pelé, el único tricampeón mundial de fútbol.
Si no
hubiera llovido quizás hubieran asistido más personas, pero entonces hubiera
sido más lamentable la imagen del potrero, que diga, del Marrero. Hace casi una
década que se aprobó y se entrega anualmente el fondo del programa Gol, del
cual se debe destinar una parte a infraestructura, y específicamente a los
terrenos. Esa parte se ha empleado con poco criterio y no ha rendido fruto
alguno.
Recuerdo
que se puso en práctica un sistema de riego en la cancha emblemática de Cuba,
con aspersores distribuidos a todo lo largo del campo, pero faltó lo más
importante, la disponibilidad de agua, y así no hay terreno de fútbol que pueda
mantenerse con una decencia mínima. La lluvia caída contribuyó a que se paliara
un poco la dureza de la tierra, y de paso refrescó a los visitantes, azotados
por el calor habanero.
Otro
aspecto criticable fue la organización como tal del espectáculo. Sin ir
demasiado atrás con la llegada al aeropuerto, caótica y con varias versiones de
horas y lugares de llegada, en el propio desafío también falló la logística. La
información brindada a la prensa era exacta en el caso de los visitantes, pero
no en cuanto a nuestros propios futbolistas, como si antes del partido hubiesen
echado sobre una mesa las recién estrenadas camisetas y cada cual, al tun tun,
hubiera seleccionado un número sin informarlo posteriormente. Esos detalles
demuestran lo poco preparados que estamos para este tipo de acontecimientos,
porque si de algo presume el fútbol, a pesar de todos los escándalos, es de ser
un deporte organizado.
En lo
puramente futbolístico, la defensa sigue haciendo aguas, y no de lluvia. La
desconcentración que tantas veces ha frustrado los sueños de los fanáticos
antillanos sigue apareciendo en los momentos más indeseados, sin respetar
jerarquías, y por eso nos llevamos una goleada de 4-1.
Ese
primer tiempo fue completamente para el olvido, y aunque la imagen mejoró en la
segunda mitad, no sabría decir si fue por mérito propio de los cubanos, por
cansancio de los rivales o porque ya el marcador estaba completamente definido.
Se
hilaron jugadas interesantes al ataque, y no hubo un segundo gol casi de
milagro, por una parada fortuita del portero estadounidense, pero ya el daño
estaba hecho. Un arduo trabajo le queda por delante al colectivo técnico para
corregir estos errores.
Quizás no
nos pase la cuenta ahora ante la débil Curazao, pero si las cosas no mejoran no
avanzaremos mucho más allá.
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